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En 2013, Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) reunía, bajo el título de «Proyecto Nocilla», el conjunto de novelas –«Nocilla Dream» (2006), «Nocilla Experience» (2008) y «Nocilla Lab» (2009)– que daría origen a una generación literaria marcada por el protagonismo de la cultura pop, el fragmentarismo narrativo, los medios de comunicación de masas, la escritura internáutica y la mixtificación argumental. Inconformismo, rebeldía y originalidad marcan así la obra de Jorge Carrión, Eloy Fernández Porta, Javier Calvo y Lolita Bosch, entre otros escritores guiados por esa idea transgresora. Con «Trilogía de la guerra» –nuevo Premio Biblioteca Breve– Fernández Mallo se aleja lúcidamente de aquel diseño discursivo que cuestionaba el complaciente realismo lineal y que acaso ha entrado, a su vez, en un agotamiento de propuestas y resultados. Con un estilo ponderadamente clásico y una trama de elaborada estructura esta novela configura un denso panel de situaciones y personajes muy representativos de un tortuoso siglo XX que todavía gravita sobre nuestra lacerante modernidad. La primera parte nos lleva a la isla gallega de San Simón, que fue el tétrico marco de un campo de concentración en la Guerra Civil y donde el protagonista trata de reubicar aquellos sucesos; el segundo núcleo se centra en la guerra de Vietnam, recordada por Kurt, antiguo piloto de combate y visionario utopista del porvenir; en la tercera una mujer evoca un viaje a Normandía tras las huellas del mítico desembarco en la II Guerra Mundial.
Resuenan ecos literarios de W. G. Sebald y su obsesión por la guerra como factor de radical deshumanización; también de Kafka, con el referente de la absurda realidad enajenante, así como J. G. Ballard y su desastrado mundo de reciclada basura tecnológica, el Nueva York alucinante y sobrecogedor de Lorca y el cine de Lynch, con sus excéntricas propuestas visuales.
Pensamiento mágico
Esta novela, de lograda ambición totalizadora, divagante tono calmado y digresiva mirada crítica, se erige en un metafórico caleidoscopio de la incomunicación humana. Con una moderada inflexión ensayística se exhibe un pensamiento entre mágico y poético inmerso en una atmósfera de evocación histórica, acertada referencialidad cultural y arriesgado probabilismo futurista. Internet juega aquí un papel protagonista; un tuit en el contexto de un congreso especializado proclama: «La realidad como refugio. Te escondes en la realidad para que no te molesten en Twiter» (pág. 39). Absurda ambivalencia en un mundo desquiciado e indescifrable.