Ferrin, de ornitólogo a «rara avis»
Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) es un escritor absolutamente inclasificable, un francotirador de la literatura, un autor secreto y de culto, un «raro» vocacional; con toda seguridad, un abanderado de la incorrección política, el desarraigo expresivo y la inconveniencia trangresora. Ornitólogo de profesión, exjugador de póquer, poeta alternativo –«Fámulo», Premio de la Crítica, 2009)–, esporádico guionista cinematográfico, creador de sugestivos animalarios fantásticos –«Bestiario» (2007)–, prosista de oníricas quimeras –«Mansa chatarra» (2014)–, su perfil creativo obedece a una visión excéntrica un punto delirante y visionaria de la realidad. Se trata de una estética vinculada a las vanguardias, aunque con un fuerte componente original basado en un humor deformante y absurdo, prodigiosos personajes estrafalarios, desconcertantes tramas narrativas, y un tono de incisivo sarcasmo paródico. Con la intención de ofrecer una panorámica radiografía de esta singular obra, Ignacio Echevarría ha seleccionado un conjunto de representativas prosas, textos aparecidos en diversas publicaciones entre 1962 y 2017, entre los que hallamos heterodoxos microrrelatos, narraciones de aforística brevedad, episodios de extraña anecdótica, o enigmáticos relatos de desaforada crueldad argumental. Todo presidido por un raro lirismo inquietante y sobrecogedor.
Verrugas como avellanas
Destacan historias como la del hombre atormentado por unas purulentas verrugas que le crecen sin cesar, adquiriendo vida propia, en «Avellanas»; o el impostado romanticismo jocoso de «La dama que vive»; sin olvidar el esperpéntico protagonismo de un par de lustrosos zapatos en «Brillo»; la pesadilla con unos humanizados soldaditos de plomo en «Hazañas bélicas»; la desazonante peripecia de «Mariety y la armónica», donde una niña se traga ese instrumento musical; la agresiva ferocidad fantástica de unas «Malas sábanas»; el relato de clara ascendencia autorreferencial titulado «Jornada laboral de un poeta barcelonés», o la sexualidad escatológica que hallamos en «De vientre».
Esta escritura remite a las mixtificaciones narrativas de Borges o Kafka, incluyendo un desgarrado naturalismo, una existencial visceralidad y esotéricas propuestas argumentales. La sombra del surrealismo recorre las páginas. Alucinantes ensueños y espectrales invenciones jalonan una prosa que juega con la ambigüedad de la existencia. Descripciones de perturbadora minuciosidad, mordaz rudeza y burlona crueldad nos acercan a un malditismo de tono clásico, aunque de inquietante resolución. Pura literatura.