Gimferrer, todos los días
Es este nuevo libro de Pere Gimferrer un ejemplo de su excelente hacer de poeta. A través de sus versos habla de la actualidad y se muestra fiel a sus lecturas y a las referencias cinematográficas.
En 1970 se publicaba una antología lírica llamada a agitar el panorama poético español dejando atrás el compromiso social, los experimentalismos vanguardistas, el realismo testimonial y la machadiana palabra en el tiempo. En «Nueve novísimos poetas españoles», el reconocido crítico literario y gestor cultural José María Castellet agrupaba poemas de inquietos jóvenes con incipiente obra publicada (alguno de ellos inédito), clara intención rupturista y decidido espíritu transgresor. El listado de sus nombres será ya el referente de una intensa renovación temática y formal de la lírica contemporánea: Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix, Leopoldo María Panero y Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), quien había publicado cuatro años antes «Arde el mar», el emblemático poemario que dotaba de identidad propia a la naciente generación literaria. Aparte de señaladas idiosincrasias particulares, se había conformado una poética de signo neomodernista marcada por el esteticismo decadente, la mirada culturalista, las arduas mixtificaciones metaliterarias, la fascinación por el cine, una cierta implicación con la reivindicada memoria civil y la admiración por la masiva cultura popular. Pasando por diversas etapas y modalidades expresivas, lógicos cambios evolutivos, Gimferrer ha mantenido sin embargo un inconfundible estilo que, en los últimos años, abunda en críticas referencias testimoniales, selectas mitografías literarias, una depurada tendencia a la belleza ideal y un personal imaginario simbólico, rememorativo, culto y visionario. En esta línea aparece ahora «No en mis días», poemario que revela una lenta y pautada elaboración y cuyo título remite –«No en mis días, vale decir, no en tanto que yo viviere»– a palabras de Sebastián de Covarrubias, el clásico lexicógrafo renacentista español que revive aquí aludido bajo un espíritu de contestatario inconformismo.
Una sutil ironía
Los textos preliminares del volumen, las intencionadas citas referenciales –Auden, Aragon, Cernuda y Juan Ramón Jiménez– y la significativa dedicatoria a Cuca (Cominges), la inspiradora compañera de los últimos tiempos, sitúan al lector en una coherente continuidad, definida por la vivida sensibilidad intelectual, la irrenunciable nostalgia, el sofisticado conceptualismo y una sutil ironía.
Con la conocida consideración autónoma del verso, la musical cadencia rítmica y una divagante visualidad, se suceden poemas tan sobresalientes como «Too much Johnson», motivado por la recientemente descubierta primera película de Orson Welles, con un protagonismo de Nueva York y Cuba que nos remite a la surrealidad lorquiana –«en la noche del cielo desgajado de luna»–, incluyendo terribles episodios de sórdida violencia como la matanza de My Lai, las bombas de Hiroshima, los procesos de Moscú o la vergüenza de Guantánamo; «Tabla rasa», alucinada visión de un cotidiano y metafórico universo zombie, que recuerda a los cadáveres vivientes del Dámaso Alonso de postguerra; «Parlamentarismo 2016», breve pero incisiva sátira sobre el actual panorama político español; «Teatro de sombras», una radiografía generacional en emotivos versos dedicados a Ana María Moix traspasados de característicos referentes autoriales como Octavio Paz, Rafael Alberti, Góngora o Neruda; «Tempus tacendi, tempus loquendi», un tiempo para callar y un tiempo para hablar, donde fluyen el trágico activismo de Trotski, la revolucionaria fotografía de Tina Modotti, la delicuescente iconografía de «Noches blancas» o el refinado neorromanticismo de Rilke; «El Leteo», esa divinidad del olvido que aparece aquí bajo las venecianas góndolas de Ezra Pound y la cuestionada identidad de otro yo autorial que anida en un lejano ayer: «¿A quién, de estas estatuas hoy vivientes, / dimos la mano? ¿Cuál de ellas fui yo?», versos que tanto recuerdan a aquel poema fundacional: «Oda a Venecia en el mar de los teatros»; o «Battle of angels», toda una meditación sobre el amor, el deseo y el placer. Sucesos históricos, emblemas generacionales, míticos libros y películas, y claros símbolos de la modernidad conviven con la consciencia del paso del tiempo, la añoranza de la juventud, la mantenida vivencia artística y la búsqueda de la belleza.
Es éste un libro justificadamente complejo, pero no hermético o impenetrable. El lector debe desechar una comprensión realista, narrativa, lineal, ni mucho menos íntegra, de unos textos que alientan con una significación propia bajo el código de una fluencia poética hecha de obsesivas fijaciones temáticas, un exquisito ritmo interior y un tono nada complaciente, repleto de veladas alusiones críticas a nuestra contemporaneidad; basta leer un poema como «Dióscuros» para encontrar el rechazo de un europeísmo condicionado por oscuros intereses económicos; o «Wuthering Heights», en borrascosa alusión a los acomodaticios bandazos ideológicos de cierta partitocracia política.
Asuntos civiles que no amagan un intimismo existencial, cohibido por el paso del tiempo y la caducidad de la vida. Con una lograda técnica de sobreposición de imágenes, evocaciones, críticos postulados sociales y meditada percepción de la realidad vital, fiel a un renovado decadentismo, estamos ante un excelente poemario, a la vez analítico y conmovedor.