Harold, mártir de la crisis
Para desayunar, cada mañana, malas noticias: el derrumbe de la construcción, el desastre de las hipotecas basura en EE UU, la quiebra del Estado, la prima de riesgo... Por no hablar de todas las historias de corrupciones o de los fraudes en las cajas de ahorros. Vivimos unos años en los que todos los días eran el fin del mundo. Si los españoles estábamos enfadados, Amilibia nos dibuja al más enfadado de todos. Se llama Harold, y analiza la prensa desde su lugar de trabajo como agente de policía en una unidad en la que deben crear informes basándose en las noticias pero, «¿qué dosis de verdad puede soportar un hombre?». El protagonista, en su delirio, lo tiene claro: quiere erguirse como el Mártir de la Crisis. Buscará crear una Revolución con ingenio para invertir las inmovilizadas estructuras de poder que impiden el crecimiento de una sociedad que clama un cambio. En su opinión, la única acción capaz de conmover a la sociedad, a los medios y a los políticos, es la inmolación.
Sentido del humor
Apabullante, hiperbólico, exagerado, sectario, en ocasiones. Así es Harold, el mismo que evidencia aristas impensadas de la realidad, como a través de los espejos cóncavos valleinclanescos; a veces riguroso, otras, caricaturesco. Es, la de Amilibia, una obra inteligente escrita desde el sentido del humor consustancial al periodista, y que integra en la narración, con un estilo novedoso, recortes de prensa que combinan realidad y ficción. El gran pecado de un autor pasa por no ser testigo de su tiempo, y ese es un tropiezo que no comete el novelista. «Me han engañado los políticos, los jueces, mis superiores policiales, mi propio padre...» así nos resume su estado de ánimo Harold... aunque nos queda la duda de si es la voz del héroe de tinta o la del propio maestro Amilibia.