Importante: ser feliz
«La tentación de ser felices», de Lorenzo Marone, se adentra en la vida de Cesare mientras este anciano «tocapelotas» recupera la ilusión en el final de sus días
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«La tentación de ser felices», de Lorenzo Marone, se adentra en la vida de Cesare mientras este anciano «tocapelotas» recupera la ilusión en el final de sus días
Lejos quedaron los tiempos en los que Lorenzo Marone (Nápoles, 1974) encerraba los relatos que escribía en sí mismo. Fueron casi diez años en los que se dedicó a la abogacía y en los que sus historias eran autocensuradas para que no las leyera nadie. Hasta que se abrió. Dejó su empleo y se dedicó al completo a las letras. Ahora llega a España «La tentación de ser felices» (HarperCollins), una metáfora irónica de la búsqueda necesaria e incansable de la felicidad que pasa por momentos de diversión y de amargura.
El protagonista de esta historia, lo presenta Marone, es un «viejo cínico y tocapelotas». Viudo y padre de dos hijos ha decidido pasar de todo a sus 77 años. Poco más pasa en su vida –la cual entiende como despilfarrada por completo– más allá de los vinos con Mariano, los encontronazos con la loca de los gatos del vecindario y los roces carnales con Rossana. Hasta que un día llega al edificio una pareja que parece tener poco en común entre ellos. Pero la figura que importa es la de ella, Emma, una joven a la que las miradas de socorro que lanza le delatan. Cesare se implicará en saber qué pasa ahí y descubrirá mucho más que los secretos de su nueva vecina, se topará de nuevo con temas de sí mismo que había escondido.
«Tendrá que volver a abrirse a los demás. Cambia su actitud hacia la vida y hacia sus propios hijos ya que va a entender muchas cosas. El encuentro con Emma tenía que ser dramático para tratar de sacudir a Cesare de su apatía total, del aburrimiento de su vida. Es un choque para él que siempre ha tenido miedo a las emociones», explica el autor. Siempre ha sido conscientemente infeliz, pero ahora se abre de nuevo y reconoce lo que es bello.
Sabe que está en el ocaso de sus días y la oportunidad de modificar su vida le llega como un rayo de luz: «Contrasta la tristeza del final con el aprecio de la belleza –continúa Marone–. En el fondo es su intento de acercarse a la felicidad, algo que quizás mucha gente reconoce demasiado tarde o muy al final de la vida».
Si Cesare, de quien Marone dice tener en común «la dificultad de elección», es el centro de la novela, no menos importante es el escenario: Nápoles. Ciudad natal del escritor y lugar en el que se pone un énfasis especial: «Ahora que llevo dos años viajando en promociones por el libro, me doy cuenta de que Nápoles es una ciudad única que difícilmente puede igualarse, empiezo a apreciarla a otro nivel. Nápoles es un caldero de culturas distintas, está llena de contradicciones, de clases sociales diferentes, es un lugar con muchas ciudades en una. La Nápoles de Cesare es la que menos ha sido contada en la literatura y en los medios. Yo quería contar una faceta de la ciudad que no es la que vende, no es Gomorra, no es aquella realidad mafiosa que muchos escritores describen como única realidad de la ciudad. La tentación de ser felices transcurre en el Vomero, un barrio normal y corriente de Nápoles, y es que son las personas las que hacen la ciudad».
Otro de los temas que aparecen en «La tentación de ser felices» es la búsqueda del yo que persigue Cesare que resume de la siguiente manera en las páginas del libro: «Si tuviera que darle un consejo a mi nieto Federico, le diría que a veces en la vida escuchas un sonajero, puede ser por ejemplo cuando disfrutas de una mujer que te gusta o cuando hay algo que te apasiona; cuando efectivamente lo escuchas, debes pararte, sentir ese sonido y darte cuenta de que es uno de los momentos mágicos en los que la vida te pone ante un desvío y que emprender el camino equivocado puede ser fácil». Punto en el que Marone recuerda su pasado como abogado: «De repente escuché la voz de Cesare, oí este sonajero en el oído e hice muy bien en escucharlo y hacerle caso porque ahora por fin puedo vivir de lo que me gusta».