Josep Pla, desencantado de la URSS
Esta podría ser la continuación a un libro que Destino publicó en 2002, «Cartas europeas. Crónicas en “El Sol” 1920-1928», formado por varias desde Alemania de Josep Maria de Sagarra y otras de Josep Pla sobre Italia y Yugoeslavia; es decir, la mísera nación germánica invadida por el ejército inglés y la Italia que veía el nacimiento del fascismo. En medio de aquel tiempo, Pla haría otro viaje de grandes proporciones que reflejaría en «Viatge a Rússia en 1925. Notícies de l’URSS», que incluiría en un volumen de sus obras completas en 1967. Marta Rebón ha traducido aquellos artículos encargados por el periódico «La Publicitat»: es un Pla como siempre observador y preciso que escribe en la transición entre la muerte de Lenin, en enero de 1924, y la ascensión al poder de Stalin.
El autor catalán, de 28 años, se entrevista con gentes tanto comunistas como anticomunistas, se queda embelesado con el Kremlin y analiza todas las facetas de la sociedad, la vida laboral, la política, la economía o la cultura de un país de dimensiones inabarcables y un centenar de lenguas y dialectos. Viaja a Moscú, Nizhni-Nóvgorod y Leningrado, ve retratos de Lenin por doquier, se fija en la abundancia de librerías y llega hasta a admitir que el régimen es dictatorial, «pero en sentido favorable al país», para poco después decir que «la democracia, en el sentido verdadero de la palabra, está en muchas ciudades rusas perfectamente realizada». La serie de paradojas que presenta Pla aún hace más estimulante la lectura, que sutilmente se irá haciendo más crítica, con el «elemento aislador irresponsable y siniestro que es la burocracia», con algún que otro asunto que «a nosotros nos pone los pelos de punta» y ver que, en realidad, sí hay allá clases sociales, pues los inscritos en el Partido comunista son «los seres privilegiados».