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La casera es mi esclava

larazon
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Cuando en 1913 se publicó «El huésped», de Marie Belloc Lowndes, hacía veinticinco años de los asesinatos de Jack el Destripador. Sin duda uno de los más famosos asesinos en serie de la historia cuando el término «serial killer» aún no se había popularizado. Fue acuñado por el agente del FBI Robert Ressler en la década de 1970, aunque ya se utilizaba en los años 30 y en «El huésped» se habla de asesino en serie y de «queer» (extraño, invertido) cuando la autora se refiera a quien supone que es «El vengador», pseudónimo de Jack el Destripador en el relato. Esta primera traducción de «El huésped» en España permite advertir hasta qué punto el thriller psicológico victoriano sigue de moda en la actualidad. Si bien es cierto que literariamente tiene una densidad atmosférica y una profundidad psicológica de la que carecen la mayoría de las novelas de suspense, por contra, Lowndes logra un relato pausado y sumamente inquietante.
Quien no conozca el filme mudo basado en esta novela, titulado «El enemigo de las rubias» (1927), considerado por su director como su primera «Hitchcock picture», apreciará el influjo de la inquietante atmósfera subjetiva del relato con toques expresionistas. En verdad, Hitchcock apenas roza la turbia atmósfera de la novela al comienzo del filme, en la escena del picado de la escalera, con la mano del asesino deslizándose por una barandilla hacia el crimen. Poco que ver con la novela, fijada en la descripción del huésped como una reviviscencia del estereotipo del héroe romántico, pasado por la figura enigmática del conde Drácula , visto con desasosiego creciente por la protagonista, obsesionada por un ser atormentado y sufriente. Porque «El huésped» es un oscuro retrato psicológico de la protagonista, la casera, escindida entre la sospecha y el deber de denunciar al presunto asesino.
Se acabó el negocio
La ambigüedad del conflicto moral es la base sobre la que se construye este relato de una fascinación culpable. Con un añadido, el temor a que sus sospechas se confirmen y pierda al huésped que ha librado al matrimonio de la bancarrota. Quienes busquen la novelización de los crímenes de Jack se sorprenderán al encontrar un fascinante relato de un extraño huésped que sin saberlo se va apoderando de la protagonista y su maléfico embrujo la transforma en esclava mental. Una variante paranoica del «doppelgänger», imaginado por Poe en «William Wilson» y posteriormente por Stevenson en «Dr. Jekyll y Mr. Hyde». Como las buenas novelas victorianas de suspense y misterio, la morbosidad acaba infectando el relato. Para quien se abandone a ese estilo narrativo quedará atrapado en su turbadora atmósfera. La recuperación de un olvidado clásico del suspense.