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La consagración del «noir totalitario»

«Hijos de la Stasi», una distopía en la República Federal Alemana, es el debut sugerente de David Young
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«Hijos de la Stasi», una distopía en la República Federal Alemana, es el debut sugerente de David Young.
La maldad y la corrupción son dos elementos esenciales de la novela negra. Mientras el detective investiga el crimen, ve aflorar la corrupción como un mal inherente a las sociedades democráticas. Que no exista novela negra en los países comunistas se debe a que ningún régimen criminal tolera la menor disidencia, penada con la cárcel, el gulag o la muerte. Con la crisis comunista cubana ha florecido con timidez la novela negra. Relatos fantasiosos, como la serie de detective Mario Conde, del castrista Leonardo Padura, en los que se oculta y se estetiza el tumor castrista, o más realistas, como «Habana Requiem», en la que el exiliado Vladimir Hernández se permite una discreta denuncia de la corrupción cubana sin atreverse a señalar el núcleo duro irradiador: el gobierno corrupto y su estructura mafiosa que parasita la sociedad entera.
Mundos improbables
Una de las consecuencias del aburrimiento democrático es la busca incansable de novedades, ya sea buceando en la historia o situando la acción en mundos tan improbables como la Unión Soviética tras la muerte de Stalin en «El niño 44»; la Alemania nazi de las Olimpiadas de Berlín, de Philip Kerr, o la RDA del tirano Honecker en «Hijos de la Stasi», de David Young.
Una tendencia claramente posmoderna: la narración en clave histórica de la novela criminal en sociedades totalitarias. Relatos a mitad de camino entre la fascinación por el totalitarismo tras el Telón de Acero, todavía inédito, una vez gastado el recurso camp del nazismo y la proyección orwelliana distópica, tan de moda entre los jóvenes. Uno de los precedentes es la novela de Hans Fallada «Solo en Berlín», y el otro el filme de Florian Henckel von Donnersmarck «La vida de los otros».
Lo curioso de «Hijos de la Stasi» es hasta qué punto la moda iniciada por «El niño 44», de Tom Rob Smith, está constituyendo un subgénero: el «noir totalitario». Su originalidad es tomar al comunismo y la represión en la República Federal Alemana como modelos de maldad y corrupción totalitaria en donde colocar como marionetas inmersas en una pesadilla distópica a sus protagonistas, acosados por el poder omnímodo asesino del socialismo real. Tanto para David Young como para Tom Rob Smith el recurso histórico funciona como papel pintado de un relato cuya función última no es la denuncia del totalitarismo, sino un marco referencial en el que inscribir la acción. «El niño 44» es el molde de «Hijos de la Stasi». Las similitudes no son accidentales. Las diferencias refuerzan la sensación de un imaginario común: novela negra, brutal asesino de niños, corrupción, acoso y represión de los investigadores, forzados a sobrevivir en un mundo hipervigilado y sin salida. Aquí, el control orwelliano comunista cumple la función retórica de lo ominoso en los relatos de Lovecraft. «Hijos de la Stasi» mezcla la novela negra totalitaria con la ficción histórica de forma tan sugerente que atrapa al lector con el virtuosismo de una trama reforzada por el atractivo de ese desquiciado mundo socialista en el que se conculcan todas las libertades.