La escritora que se «apropió» de Trump
Aunque siempre fue incapaz de llevar un diario, sí ha registrado todo lo que pensaba, veía o hacía en diversos cuadernos de campo, desde aquel primer bloc Big Five que le regaló su madre, acompañado del sensato consejo de que dejara de quejarse y aprendiera a divertirse apuntando sus pensamientos. Gracias a esa sana costumbre, Didion nos permite ver en ese libro inacabadamente completo lo que Faulkner llamaba el «cuarto de la madera», ese desordenado taller donde las piezas esperan para ser ensambladas.
En el verano de 1970 la autora estaba en el limbo, entre libros, siguiendo una idea que aún no podía articular para convertir en texto definitivo, pero le rondaba el pensamiento de que durante años, el Sur había sido el verdadero «centro psíquico» de Estados Unidos. Por ello, para captar y comprender el ánimo de la costa sur del Golfo y obtener una imagen del lugar para extrapolarlo a toda la nación se embarcó junto a su marido John Gregory Dunne en un viaje que la llevó de Nueva Orleans (Luisiana) a Oxford (Misisipi), con paradas en todos los lugares susceptibles de despertar interés en el matrimonio. En la segunda parte, «Apuntes de California», se sumerge en el pasado familiar hasta llegar a replantearse su propia visión sobre la costa Oeste.
En un presente continuo
El origen de ambos cuadernos fue periodístico, pero la vida decidió cambiar sus planes. El viaje respondía a un encargo de los editores de «Life», que le pidieron que escribiera un ensayo sobre «The Mind of The White South» (La mente del sur blanco). Didion descubrió un espacio detenido en un presente continuo. Al atravesar la Costa del Golfo, relacionarse con su gente, dormir en sus moteles, y bañarse en sus piscinas, se encontró con la América real: rural, patriarcal, evangélica y blanca y confederada. Cada noche, se sentaba frente a su máquina de escribir Royal KMM, para pasar sus notas. Aunque sobra decir que nunca redactó aquel reportaje. El lector de hoy comprende la actual situación política y social que vive Norteamérica gracias a una visionaria escritora que lo evidenció con 47 años de adelanto. Gracias a ella entendemos los motivos por los que la América profunda empujó a Trump a la Casa Blanca.
En el verano de 1970 aún se podían rastrear en el sur estadounidense las huellas de la segregación racial, matrimonios rotos por el caluroso hastío, ancianos cazando palomas en mitad de la calle con una bandera confederada, cabañas que vendían estatuas de yeso de la Virgen María en los arcenes o granjas de reptiles con nidos de víboras y caimanes.
Este libro es un regalo raro y valioso porque estamos ante un cuaderno íntimo compuesto por escenas, fragmentos e historias que nunca se completaron pero que resultan íntegros en sí mismos. Su evocadora narrativa elíptica, del sur y el oeste, de detalles rechazados y caminos no tomados «arroja luz sobre el hecho de escribir» a menudo imposible de articular, y nos muestra a Didion, la escritora, en busca de una historia. Un viaje en tinta, más onírico que documental. Bello y teatral, como pocos.