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La gran novela mexicana

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  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Eso que los escritores de Estados Unidos llaman «La gran novela americana» podría traducirse, en términos latinoamericanos, como «La novela total»: un proyecto de escritura ambicioso, desmesurado y descomunal que intenta dar cuenta de la creación y el funcionamiento de un mundo y en el que cabe de todo: relatos personales que atraviesan el tiempo, linajes familiares que perviven en un territorio como si les perteneciera y personajes que, en un coqueteo constante con la Historia en mayúsculas, acaban configurando un paisaje que tiene tanto de real como de imaginario. Eso es lo que han hecho, por ejemplo, Mario Vargas Llosa en «La guerra del fin del mundo» y Carlos Fuentes en «La región más transparente», y eso es lo que se ha propuesto hacer Álvaro Enrigue en «Ahora me rindo y eso es todo».
Porque la acción de esta apabullante novela se centra en un lugar concreto: la frontera entre Estados Unidos y México, un territorio codiciado por todos a lo largo del tiempo y poblado por colonos, misioneros, militares y, especialmente, por sus habitantes originarios, los apaches, que resisten la invasión constante y perduran a través de la lucha, la asimilación o el mestizaje. Así, dentro de esta región colorida y tan poco transparente a la que pusieron el nombre de Janos, algunas figuras sobresalen por encima del resto: Camila, una mexicana que fue raptada por los indígenas y que huye por el desierto; Gerónimo, un apache rebelde que tiene más de mítico que de real; el teniente coronal José María Zuloaga, empeñado en perseguir cuatreros, y un escritor, quizá el propio autor, que registra los acontecimientos y, «en un gesto desafiante», compone un mundo y da nombre a cada una de las cosas.
Así, a partir de ese gesto desafiante que otorga la escritura, la novela se embarca entonces en un derrotero colosal en el que, como señala Enrigue al comienzo, las cosas simplemente aparecen. Están ahí.
El pueblo apache
Y no solamente aparecen, sino que, también, se relacionan entre ellas en un juego constante entre el registro minucioso de los hechos del pasado (la historia del pueblo apache, la conquista española, las pretenciones estadounidenses) y la configuración de un presente inestable desde el cual, pese a todo, Enrigue procura novelar. El resultado, en cualquier caso, es una obra ambiciosa, en la que se mezclan géneros diversos como el western, la épica, la leyenda o la historia personal, y sostenida por una impecable arquitectura narrativa que hacen que, en conjunto, el libro de Enrigue pueda ser inscrito como una novela total.

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