La misión de no estar en babia
La reciente filosofía española ha venido definida por un grupo de señeros pensadores, caracterizados por su libre opinión crítica, una decidida implicación social, la rigurosa
metodología científica y una profesional dedicación universitaria. Nombres como Javier Muguerza, Alfredo Deaño, Victoria Camps, Eugenio Trías o Fernando Savater constituyen, entre otros, el núcleo de una generación de ensayistas marcados por el testimonialismo histórico, la reflexión moral, el espíritu humanista y la conciencia estética. Junto a ellos destaca Javier Sádaba (Portugalete, Vizcaya, 1940), quien publica ahora un volumen de informales «Memorias desvergonzadas», abundando en el género autorreferencial que ya había frecuentado en anteriores entregas como «Dios y sus máscaras: autobiografía en tres décadas» (1993) o las más recientes «Memorias comillenses» (2016). Hallamos aquí recuerdos escritos tras la muerte de su esposa Elena, llevando ya algunos años jubilado de la cátedra de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid; dos circunstancias que parecen agudizar su característica desenvoltura expresiva, insobornable estimación crítica y riguroso tono ensayístico: «Lo que hago es recordar, reconocer y denunciar lo que veo.
Es ésa la misión de quien no está en Babia y, especialmente, de aquellos que nos pagan para educar. Y para no mentir.» (Pág. 9) Centradas en el tardofranquismo y la Transición, aunque abordando también temas actuales como la eutanasia o la bioética, estas memorias inciden en admirados reconocimientos hacia intelectuales como José Luis López Aranguren, Carlos París o José Ferrater Mora, sin obviar las reticencias que le suscitan otros, como Emilio Lledó o Gustavo Bueno. Atención aparte merece su estima hacia la obra y personalidad de Noam Chomsky, en su doble vertiente de filósofo del lenguaje y avezado activista libertario; y su fascinación por el universo intelectual de Wittgenstein, en el que es un reconocido experto; así como su dedicación al sentido antropológico de las religiones, la ética de la vida cotidiana, o la sociología de las diversas opciones civiles. Y, también, hallamos sus más claros referentes personales: rechazo de la burocracia académica, el correcto pensamiento único, las acomodaticias posturas políticas y las complacientes opiniones adocenadas, al tiempo que ensalza el valor de la amistad y el rastreo de la felicidad. No falta la autocrítica un punto engreída y displicente, pero también honesta y espontánea.