La niña que nadaba con delfines
Su estilo poético, sintético, con ritmo de koan, ha convertido a Erri De Luca, con más de 50 libros a sus espaldas, en uno de los grandes escritores contemporáneos. Para alegría de su legión de seguidores, coinciden en las librerías dos volúmenes: el poemario «Historia de Irene» y «Sólo ida. Poesía completa» (en edición bilingüe), que el propio De Luca define como un precipicio de versos que se enfrentan temblorosos a la mirada del lector. Es la suya, una poesía de la misericordia, de la dignidad, del anhelo de convocar a los ausentes. Como alguien mencionó, desde Gamoneda no se había dado el caso de otro escritor con todas sus fuerzas empleadas en el oficio de no ganar, que tampoco es el de perder. Una gran novela en verso, en definitiva, de quien dice no ser poeta.
En cuanto «Historia de Irene», es un libro de corto aliento compuesto por tres relatos, fábulas «nouvelles», gancho directo a los sentidos, o como queramos llamarlos, ligados por la presencia del mar, el Mediterráneo, tan recurrente en su obra. Nos hablan de la memoria, del olvido, de las criaturas mágicas y están escritos con el tono lírico, íntimo y simbólico que le caracteriza, y con el propio novelista militante, sentado en el banquillo de cada verbo, como un invitado entre las líneas de cada historia.
En el primer relato, un escritor conoce a Irene, una niña de catorce años que nada junto a los delfines en una isla griega. Está embarazada, y nadie sabe quién es el padre. Ambos entablan una relación en la que Irene le cuenta su secreto y él recoge su historia –el escritor recoge historias, no las inventa– marcada por el mar.
Dos mundos
«Tú eres la conjunción y, que une la tierra y el mar», le dice su nuevo amigo, porque la pequeña encarna el conflicto de la pertenencia a dos mundos: las olas en las que bucean los delfines y la tierra de los humanos. Unos seres que no tienen la capacidad de comprender lo diferente y obligan a Irene a buscar su lugar en ese espacio sin reglas llamado mar: «La tierra firme ha sido su madrastra. El mar, en cambio, la abraza y la acaricia». En un ambiente onírico, el narrador bebe de la narración oral, de la mitología griega, la literatura clásica y los relatos bíblicos.
La segunda historia está basada en Aldo De Luca, padre del autor, refugiado en 1943 en un granero en Sorrento con cuatro compañeros, esperando para embarcar hacia Capri. Recrea la escena del naufragio de un grupo de soldados durante la II Guerra Mundial. De nuevo el mar –esta vez en un contexto más realista–, como esperanza después del sufrimiento. Mientras los hombres reman con ahínco para llegar a una isla, hacen una demostración de compañerismo, una unión que les ayuda a salvarse. El tercer relato recrea los últimos días de un anciano que ya no conecta con su entorno, que se siente incomprendido por sus familiares y que busca su sitio en el rompeolas de Nápoles, donde sus recuerdos se abrazan con el retorno a la naturaleza. De nuevo el mar, que bajo la mirada de Erri De Luca, deviene en tabla de salvación para todos los personajes... una perfecta metáfora de libertad así como de la sensualidad de la vida.