La pandilla basura entra en acción
Si de algo anda necesitada la novela negra actual es de sentido del humor. El aire serio y puritano del polar nórdico ha convertido este subgénero, históricamente ligero, en un arma cargada de amargura, con sus héroes problemáticos, calvinistas, al borde mismo del masoquismo bergmaniano. La aparición de «La brigada de Anne Apestan», de Sophie Hénaff, es un soplo de aire fresco que entronca con la chispeante ligereza del polar francés de los años 50, cuando triunfaban Frank Marchal y su detective maniquí Natalia, el agente del FBI Lemmy Caution, de Peter Cheyney, y las novelas de «El Santo», de Leslie Charteris, pasaban a la televisión imitando el sentido del humor británico de James Bond.
La «novela problema», al estilo Agatha Christie, siempre ha tenido un aire costumbrista y cotidiano, en el que el humor era uno de los elementos que impedían la pretenciosidad insufrible en la que ha caído la novela negra actual. Alfred Hitchcock aligeraba sus dramones con toques de humor negro y los alternaba con algunas comedias en las que el héroe estaba más perdido que Kaplan en «Con la muerte en los talones» (1959). Es cierto que la tragedia, el héroe vapuleado y sufriente aparenta una altura moral, la que le confiere la épica del dolor, muy superior a los héroes demediados por el humor. Razón por la que el lector ha buscado refugio en el héroe problemático actual, necesitado de un salvavidas que lo reafirme frente a las incertidumbres que acechan su vida cotidiana, no que se las tome a broma. La novedad de «La brigada de Anne Capestan» ha sido romper con esa tendencia. Con un polar típicamente francés, repleto de personajes insólitos, una especie de «pandilla basura» de antihéroes friquis, donde no puede faltar un viudo gay, un alcohólico, un ludópata, un gafe, una policía escritora de novelas y teleseries protagonizadas por «Laura Flammes, policía judicial», con su perrito Pilú, capitaneados por la estricta comisaria Anne Capestan.
Policías desahuciados
El argumento recuerda a la serie televisiva norteamericana «Caso abierto», pero con un equipo de policías desahuciados del cuerpo, puestos a investigar dos casos que nunca fueron resueltos, y con una protagonista rebelde y poco ortodoxa, dispuesta a resurgir aunque sea con el pelotón de los torpes. Varias narraciones paralelas, dos misterios impenetrables y unos investigadores incapaces de resolverlos irán tirando del hilo rojo de la investigación hasta lograr encajar las piezas perdidas en el tiempo y conectarlas de forma ingeniosa a una actualidad que les deparará sorpresas insospechadas. Hay que reconocer que Anne Hénaff es una escritora con un sentido del humor atractivo, sin estridencias, que busca el retrato vívido de ese equipo de excrecencias sin salirse del tono simpático de la narración ni perder de vista la intriga para atrapar al lector.
Poco a poco, los personajes van adquiriendo encarnadura literaria y espesor moral. La comisaria Capestan tiene todos los emblemas de la heroína, pero reparte con ecuanimidad el protagonismo a los personajes secundarios para dotar a la narración de un aire de equipo. Está previsto que acabe siendo una saga, además de teleserie. En la obra pasamos del héroe problemático solitario y agónico de la burbuja posmoderna a la burla del protagonista colectivo populista. De los freudianos que fracasan al triunfar a los friquis que triunfan al fracasar.