La señorita Rachel se desmadra
La primera edición de la segunda novela que escribió Stephen Benatar (Londres, 1937) pasó casi desapercibida. Tuvieron que transcurrir treinta años hasta que se interesó por ella el prestigioso editor Edwin Franks, que la publicó en «The New York Review of Books» y con su edición consiguió convertirla en una novela de culto. «La vida soñada de Rachel Waring» narra la historia de una mujer de mediana edad que abandona su aburrido trabajo de oficinista y su piso compartido en Londres para trasladarse a Bristol, donde una tía lejana le ha dejado en herencia una gran mansión que le permitirá dar un giro total a su vida y convertirse en la elegante y distinguida dama que quiso ser.
Rachel contrata a un atractivo jardinero, coquetea con el farmacéutico y el vicario y empieza a escribir una novela sobre el primer propietario de la casa. La propia Rachel cuenta su vida al lector, que va descubriendo a una mujer sensible y romántica, que recita versos de memoria, entabla conversación con todo el mundo y hace «gráciles reverencias». El personaje se va desvelando paulatinamente. Al principio a través de pequeños detalles, como la forma en que Rachel percibe las reacciones de extrañeza de sus interlocutores o que hable de su «frenética imaginación». Cuando nombra a «La dama de Shalot» o a la Blanche de «Un tranvía llamado deseo», ya estamos definitivamente orientados y sus fantasías sexuales con el jardinero y su necesidad de ser amable y querida han calado en el lector. Antes de terminar la lectura somos conscientes de que Rachel es un arquetipo perfectamen te dibujado y de que el autor ha contado con la inteligencia del lector para leer entre líneas, ambas cosas muy de agradecer.