La usurpadora
«Uno nunca deja de sorprenderse del abismo que le separa de quien más conoce», dice el protagonista por boca de su creador, fajado en tramas sobre los infiernos domésticos, como demostró en «La piel de los extraños». Su prosa abunda en la identidad, lo real y lo ficticio y las relaciones de pareja como metáfora que engloba nuestro comportamiento en sociedad. Para Ferrando la identidad no sólo es lo que somos sino lo que otros sospechan que somos y por eso sus historias están trabajadas con un afilado escalpelo para diseccionar la cohabitación conyugal, sus luces y miserias. Sobre estos mimbres se asienta esta novela que arranca cuando todo se derrumba en la vida de un director de cine experimental que acaba de perder a su mujer. Liv se ha suicidado pero.... De vuelta a casa, ella –o alguien que se le parece y actúa igual– le está esperando para restaurar una normalidad perdida. La primera idea es que se trate de un fantasma poco tranquilizador, pues los espectros regresan para recordarnos que somos parcialmente culpables de su muerte. Una segunda tesis cobra fuerza en la psique devastada del protagonista: la de la impostura. En el pasado él había escrito un guión con vistas a que su esposa y ex actriz lo interpretara y su argumento coincide con lo que él está viviendo. Para conocer el final debemos atravesar la densa oscuridad del invierno ártico de Storbørg en esta suerte de thriller psicológico asfixiante.