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Las últimas víctimas del Somme

Lars Mytting vuelve a la Gran Guerra para crear una intriga ingeniosa y sorprendente

Las últimas víctimas del Somme larazon

Lars Mytting vuelve a la Gran Guerra para crear una intriga ingeniosa y sorprendente.

Está claro que a Mytting los árboles le apasionan. Nos regaló «El libro de la madera», todo un tratado de cómo cortar, apilar y secar tarugos que, aunque a muchos les pareciera tan divertido como la guía telefónica a otros nos fascinó. A quien esto escribe, le recordó –entiéndase el símil– a «El gran silencio», de Philip Gröning, aquella película que mostraba el día a día dentro del Grande Chartreuse, el monasterio de referencia de la legendaria Orden de los Cartujos. Después de aquel best-seller, el autor regresa con «más madera» –sí, lo sé, es un chiste fácil– pero envuelto en un formato de novela de misterio escrita con buen pulso. Vaya por delante que «Los dieciséis árboles del Somme» ya ha sido galardonado con el Premio de los Libreros de Noruega, ha sido traducida a doce idiomas y será llevada a la pequeña pantalla.

Hagamos memoria: en 1916, la región del Somme se tiñó de sangre durante la Primera Guerra Mundial. En 1971 la batalla se cobró sus dos últimas víctimas: una pareja saltó por los aires al pisar una granada. El matrimonio dejaba un niño que, con tres años, anduvo errático hasta que fue recogido por su abuelo. Edvard, así, se criará con el anciano Sverre en una cabaña de los montes noruegos, ignorante de su pasado, hasta que alguien envíe un ataúd destinado a su abuelo: una joya tallada en madera de abedul.

Viaje obligado

Nuestro protagonista intuirá que el artista es su tío abuelo, de quien se había perdido el rastro tiempo atrás, y ello le empujará a emprender una búsqueda del vínculo entre este misterio y el trágico fallecimiento de sus padres. A partir de este momento nos encontramos con una auténtica novela de iniciación en tanto que Edvard se ve obligado a viajar para resolver el enigma de su pasado, incluso de los episodios de los que se cree sabedor. Así descubriremos a un autodidacta que ignora desde cómo atarse los cordones hasta la forma en que debe enamorarse, algo que marcará su destino, en tanto que nunca sabrá distinguir sus sentimientos de un modo fiable. Le seguiremos en su torpeza social, en su ignorancia, en su soledad. Todo narrado con oficio y no poco talento, vestido con un inconfundible sello europeo que tiene a la Segunda Gran Guerra de fondo, como no podía ser menos, y, lo más importante, la pasión a la naturaleza representado por el epítome de la misma: los árboles. Dieciséis nogales cuyo valor es incalculable en el mercado, y que son la herencia que le dejaron, supuestamente, sus padres en Somme (Francia), y cuya desaparición está relacionada con un suceso de aquella remota contienda.

Para llegar a ellos debe viajar a una isla escocesa donde, supone, están las pistas que le llevarán a los árboles. Allí, intuye, residió su tío abuelo que se hizo pasar por muerto debido a razones extremas, esas que tienen que ver con la culpa o con el miedo, o quizá con ambas. Irá descubriendo quién cree que es: ¿por qué persigue el destino de los árboles? ¿Por codicia o por ser la obra magna de sus padres? Ello da lugar a un juego de relaciones que suceden a miles de kilómetros y que se resuelve en una muy ingeniosa solución final.

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