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MacAvoy, el sargento se ruboriza

larazon

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Es de agradecer la lectura de la segunda novela policiaca de David Mark. La primera, «El oscuro invierno», no pasó desapercibida para algunos críticos y lectores de este nuevo e interesante autor inglés, sobre todo cuando hay cierto hartazgo de novela negra nórdica y clones de los clásicos «hardboiled». De entrada, encontrarse leyendo a un autor inglés que no pretende escribir un «noir», como dicen los pedantes, sino una novela policiaca en la que el protagonista es un sencillo sargento, Aector McAvoy, un enorme escocés pelirrojo, alto como una espingarda y tan tímido que se ruboriza cuando lo miran a los ojos, ya es un cambio que hay que agradecer. Si, además, es literariamente ambicioso y sus novelas despliegan numerosos puntos de vista originales, nada puede ser más gratificante.
Estricto código ético
Aparte de una trama compleja y muy bien urdida, el mayor encanto de «La otra piel» es la delicadeza con la que construye el personaje del sargento. Un personaje con un estricto código ético, una delicada forma de investigar, un tanto por su cuenta, ajeno al enfrentamiento gremial entre las distintas unidades policiales del Departamento de Investigación Criminal: la Brigada Antidroga y el equipo de Delitos Graves y Crimen Organizado. McAvoy es el eje sobre el que descansa la acción, en apariencia ajeno a la línea policial que investiga el enfrentamiento entre bandas rivales por dominar el mercado clandestino de la marihuana y el crimen organizado.
Aector McAvoy tiene esa intuición paranoica del sabueso que sigue una investigación autónoma, la de un hipotético asesino brutal de gays, que contacta por internet en juegosucios.com anda metido en los clubes de intercambio de parejas, juegos sadomaso y promiscuidad sexual clandestina; toda una novedad en este tipo de novelas, en las que el mundo gay y la liberalidad sexual suelen ser episódicos. Resulta altamente estimulante la relación que se establece entre él y la ciudad de Hull, en Yorkshire, portuaria y brumosa, en decadencia industrial, con una lluvia persistente que empapa a los personajes, acostumbrados a sobrevivir en este inhóspito lugar. La ambientación es perfecta para crear un marco de intriga y una atmósfera turbia y desoladora que cuadra con la parsimonia y testarudez del protagonista, siempre empapado hasta los huesos, recorriendo desde un campamento gitano hasta los lujosos pisos de los políticos locales.
Lo más insólito es la relación que el autor establece entre los brutales crímenes de un asesino y las torturas indescriptibles de los sicarios de las bandas rivales. Al igual que la confrontación entre la brigada policial y cierta connivencia entre la policía, los gerifaltes políticos y los mafiosos. Como si el horror de la sociedad que habita esta ciudad agobiante contagiara su pestilencia y sordidez a sus habitantes, excepto al sargento Aector McAvoy y su jefa, la descarada Trish Pharaoh, digno oponente es este original dúo policial, cuyo tercer componente sería la ciudad de Hull.
Una novela dura y oscura, en donde sobresale con un fogonazo en la noche lluviosa el sargento Aector McAvoy, digno de figurar ya entre los mejores protagonistas de fisión de la novela negra contemporánea.

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