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María Dueñas: «Los libros hay que vivirlos, no preservarlos en formol»

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«La Templanza» es una virtud que la adorna (no como al protagonista de su novela, Mauro Larrea) y es el nombre de su tercera novela, que transcurre entre México, La Habana y Jerez.
Nació en Puertollano. Es alta, muy esbelta y cercana, enormemente cercana. Estamos seguros de que nunca, ni en sus mejores sueños, había imaginado que un tal Mauro Larrea, otrora acaudalado minero de la plata y ahora en vía de ruina inminente, le iba a dar tanto juego (sobre todo de billar, ya lo entenderán). Así se llama el protagonista de su tercera novela: «Él es un tío y mi intención era crearlo así, que fuera solvente y creíble, fuerte pero no un témpano de hielo», explica Dueñas. Y no lo es. Porque Larrea, al que imaginamos de buena estampa, con el pelo entreverado de canas, barba escasa y maneras de quien tuvo retuvo, «conserva la doble faceta de ser por un lado un hombre primitivo, orgánico, que con la experiencia que le proporciona la vida sabe lo que es ser padre porque desde que enviudó ha cuidado de sus hijos. Sabe nadar en cualquier tipo de aguas», lo define. Larrea tiene dos hijos, una chica sensata y lista que le dará un nieto, y un bala perdida a punto de casarse del que no hace carrera. «Es un hombre atractivo, mucho, pero es padre y eso no lo olvida nunca. Muchas veces creamos a los héroes de nuestras novelas como versos sueltos sin ataduras ni compromisos. No es el caso de éste, porque él y Soledad Montalvo, y la gente más cercana a los protagonistas, son como cualquiera de nosotros. Las diferentes coyunturas que vivimos marcan nuestros destinos. Quería que Mauro fuera un padre porque es algo que no quita, muy al contrario, añade», dice Dueñas.
Siempre en cabeza del «top 10»
Desde que el libro salió a la venta en marzo (ya va por la tercera reedición) encabeza las listas de los más vendidos. Se mantiene así una semana tras otra. Ya le ocurrió con «El tiempo entre costuras», imbatible en un primer puesto que hizo suyo, y con «Misión olvido». Sira ha cedido el testigo a Mauro. La tirada que ha realizado Planeta para España y América Latina es de 500.000 ejemplares. Ha sido el libro más vendido en castellano en Sant Jordi. Hoy es uno de los reclamos de la Feria del Libro, que ayer inauguró Doña Sofía. «A la feria se viene a disfrutar y a encontrarse con los lectores, con gente que te quiere y te sigue. Para mí es un momento estupendo. No me canso nunca. Y hay fieles que cada año vienen a saludarme», y cuenta que desde que publicó «El tiempo entre costuras», varias madres con niñas llamadas Sira se acercaron a contárselo, embarazadas que desean que la niña lleve el nombre de su protagonista, incluso una pareja que había bautizado así a su mascota. ¿Y habrá un «baby boom» de Mauros? «Quién sabe», dice riéndose.
Asegura Dueñas que para que una novela literalmente te agarre por el cuello hay que dedicarle mucho tiempo y «tener técnica narrativa, estrategia. Empiezas a construir la novela con ese propósito en mente. Nunca me siento con la cabeza en blanco delante del ordenador. Pienso mucho en lo que quiero contar y en el ritmo para tener las ideas claras». El trabajo de documentación de «La Templanza», esa viña jerezana que gana el señor Larrea en una partida de billar de infarto, ha sido, comenta, exhaustivo: cada detalle de las calles, las plazas, los objetos que salpican las páginas, con su denominación en español y cómo se le llama en América Latina. ¿Una verdadera trabajera? «Es cuestión de tener agilidad al narrar pero que lo que se cuenta suceda en espacios seductores y para eso, el esfuerzo es dar forma y vida a esos ambientes. Hay que saber iluminar, fijarse y describir los sonidos, los ruidos de la calle, los olores y los colores que hay más allá de la acción», señala. Conviene recordar que María Dueñas es doctora en Filología Inglesa y profesora titular en la Universidad de Murcia, a donde no va a volver. Los libros, los que ella escribe desde hace seis años, qué poco tiempo, le han ganado la partida a la docencia: «No voy a volver a dar clases. Estoy instalada en este mundo», dice con aplomo. ¿Y se planteó que podría vivir de la escritura?: «Para nada, no lo pensé. Todo empezó a crecer y se hizo como una enorme bola de nieve. Y han pasado ya seis años. Pero yo sigo siendo la misma de siempre, no he cambiado nada. Sería una desgraciada si me quejara de lo que estoy viviendo». ¿Y lo de elegir el nombre de «La Templanza» es porque es una virtud que la adorna? «Tengo ya una edad y lo llevo de natural, jamás he sido una loca impetuosa».
Dueñas ha pateado las calles de México y La Habana, con zapato y pensamiento, uniendo ambas. Y ha sabido trasladar al papel el bullicio del siglo XIX. Está claro que el lenguaje no era el mismo que hoy utilizamos: «No se trata de reflejar cómo hablan ahora, sino cómo se expresaban antes. Y era consciente de que tenía que hallar el equilibrio para no caer en la pedantería porque es una novela lo que he escrito, no un ejercicio de virtuosismo. Tienes que ser consciente de que tu libro lo leerán en España, pero también Lima y en Buenos Aires, por tanto has de dejar lo farragoso y recargado de lado».
La partida de billar que antes citábamos es uno de los momentos clave de «La Templanza». Ella juega «normalito, como lo hemos hecho todos, además soy zurda, imagínate», confiesa. Y sigue con otra confesión: «Me costó la vida construirla. La documentación y el trabajo de escena fueron inmensos, con la gente que estaba por allí, las prostitutas, el ambiente tan cargado, la lluvia que cae fuera, la tensión irrespirable de dentro. Digamos que me lo trabajé bien. Me costó muchísimo, pero también fue complicado tejer los embrollos de los Montalvo, o plasmar las intenciones de Gustavo Zayas. Es una obra de ingeniería. Cuanto más alto es el reto, más satisfacción te llevas», señala.
Mañana será una de las reinas de la Feria: «Voy con un libro aún caliente entre las manos y confío en que todo vaya bien. Ilusión es la palabra para estos días. ¿Si me canso de tanta firma? Hay otros trabajos bastante más cansados. Y después está la actitud de los lectores, entre los que siempre descubres algo o a alguien. Te llenan, te preguntan, se confiesan». ¿Qué se van a encontrar en la Feria? «De pocas maneras se puede conseguir una mejor ocasión de evadirse y de disfrutar que con un libro. Yo le digo al lector que vaya, pregunte, elija, palpe, toque lo que necesite y que salga del recinto con un libro. Y que al llegar a casa lo lea. Esa es mi recomendación». No es mala. Dueñas lee en papel y también utiliza el formato digital, «indistintamente, aunque en los viajes prefiero el kindle. Ambos pueden convivir perfectamente. No tiene uno por qué suplantar al otro». ¿Y con qué señala las páginas cuando lee en papel? «Con todo lo que pillo: con un boli, con un ticket, doblando la página... porque son seres casi orgánicos y no hay que preservarlos en formol. Hay que vivirlos», dice en un tono suave. Confiesa que en su casa le desbordan todos los que tiene. Han ocupado parte, una parte que se extiende cada día, de su espacio vital: se erigen en torres desde las sillas, crecen hacia el techo en pilas interminables. La acompañan , «están ahí y se reproducen. Es mi medio natural. Cada uno de ellos ha tenido una historia y por eso está ahí conmigo, pero no soy ni mitómana ni fetichista».
Cuando llegan meses como el de junio, de promoción y firmas interminables, María Dueñas hace un paréntesis y recarga pilas: «Te separa del proceso creativo y hace que te desintoxiques y te abre la posibilidad de pensar en el siguiente proyecto», dice. Ve el panorama iliterario «bullendo porque hay mucho, bueno y variado, para todo los gustos y lectores». ¿Lleva bien que la consideren una superventas? «Lo llevo bien siempre que no se mezcle calidad con cantidad y que se piense que a más ventas disminuye la calidad de los escrito. Llegar al mayor número de lectores me parece estupendo. En El Retiro coincidirá con otros compañeros de oficio: Nos vemos, hablas con el que tienes al lado, pero no nos miramos de reojo con mala intención. Nadie va obligado». ¿Y que su nombre sea más grande que el título del libro? ¿Es porque María Dueñas es una marca? Mira el libro, piensa, sonríe y responde: «Puede ser, en efecto, un cierto reclamo de la editorial. Desde luego, utilizarlo me parece muy legítimo para que todos aquellos que han leído mis libros me identifiquen enseguida. Sí, me parece un reclamo muy legítimo».