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Martin Amis, el pretencioso

larazon

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Hace unos meses se publicó una de las mejores novelas que ha visto este siglo: «Capital», de John Lanchester, una historia de vidas cruzadas en el Londres actual que captaba de modo formidable la coyuntura económica de los últimos años. En la misma colección, ahora aparece un autor habitual, infinitamente menos talentoso que Lanchester pero con mucho más pedigrí, el Martin Amis al que la prensa y los colegas de generación han dedicado parabienes en EE UU y Gran Bretaña por esta obra mediocre que, con el pretencioso y engañoso subtítulo «El estado de Inglaterra», acaba de traducir Jesús Zulaika.
Amis ha querido retratar el Londres de hoy desde el relato desenfadado y fijándose en cierto perfil social. Vemos cómo el quinceañero Desmond Pepperdine se deja seducir por su jovencísima abuela, Grace. El hijo de ésta, el tío Lionel, es un joven delincuente obsesionado por descubrir con quién se acuesta su madre. Un enredo sin enjundia que ocupa una cantidad ingente de páginas, hasta que la lotería y sus millones de libras se cruzan en el destino del casi siempre encarcelado y nuevo rico derrochador Lionel, que de joven decidió apellidarse Asbo, iniciales de Anti-Social Behaviour Order, un tipo que bebe y se droga sin parar pero que parece inmune a cualquier sustancia. El humor pedestre y los personajes tan hiperbólicos que resultan inverosímiles no constituyen de por sí una sátira social válida. Lo vimos con la reciente «Bloody Miami», de Tom Wolfe. En el caso de Amis el sexo tiene una presencia tan gratuita como continua: la pornografía y los consultorios sexuales de la prensa, sobre todo, pero su dimensión se queda en lo vulgar sin resultar cáustico, muy lejos de cómo usaba la sexualidad su admirado amigo Saul Bellow. Una novela con anhelo de divertir pero que naufraga en su crítica social, tan efervescente como insustancial.