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Zaragoza

Martín-Laborda, oficio de poeta

Lo describe como su libro más «hondo y duro». El zaragozano publica su tercera obra, «107 poemas a la muerte»

Pablo Martín-Laborda
Pablo Martín-Labordalarazon

La afición por la escritura en verso le llegó a Pablo Martín-Laborda (Zaragoza, 1940) pasados lo sesenta años. «Soy un poeta tardío», le gusta decir. No lo considera algo premeditado. «Estuve viviendo tres años en Mallorca y fui asimilando ideas. Vivíamos con nuestros perros en una casa situada entre las bahías de Alcudia y Pollensa. Había solamente ocho viviendas. Todo era bucólico y maravilloso. Ahí empecé», explica. «107 poemas a la muerte» (Ediciones Vitruvio, colección Baños del Carmen) es su tercer libro (tras «Poemas. Puros, impuros y vitriólicos» y «Versos atados y sueltos»), un volumen que define como «hondo y duro. No creo que sea frecuente que se escriba sobre este tema. El resto de mis versos, los que forman los otros libros, no tiene nada que ver, hablan del amor y la amistad».

Un tabú en la sociedad

La pregunta es obligada: ¿y por qué la muerte? «Porque siempre está presente en la vida. Cuando envejeces piensas más en ella. Yo quiero transmitir al lector que no ha de temer nada, que hay que conocerla porque es lo que nos espera. No se habla de la muerte porque en el fondo sigue siendo un tabú, da miedo, no gusta. La gente no tiene ganas de pensar en el final. Y no nos damos cuenta de que nos va a llegar a todos». Escribe en «Despedida»: «Me gusta el olor pestilente/de la muerte que lleva mi carne/ y el aliento perdido de mi boca/alojado en las aceras/ de la megalópolis mojada por la lluvia/ en donde navegan sin bandera/ millones de personas empapadas/ de la soledad del cielo/ sin perro ni colores...» Donde se pudiera ver algún eco de Dámaso Alonso, Martín-Laborda asegura que no: «Me gustan Neruda, Lorca, Storni, Huidobro, pero no estoy marcado por ninguna senda». Se siente muy satisfecho de haber podido dar «un giro de 360 grados, de haber empezado por una poesía más amable y entrañable y ahora poder publicar este libro».

¿Y qué dice sobre la amistad? «No quiero/ ya tener amigos/prefiero conocidos/que no dan la lata/ofrecen lo que tienen/de vino en un vaso raído/ y de versos sueltos endecasílabos/ en una página de óbitos sin apellido». Hace 14 años que Martín-Laborda dejó la profesión periodística y sabe que la vida es una fuente inagotable de sorpresas: «Hay muchas satisfacciones y también sorpresas negativas. La amistad dependerá del cocido que tengas al fuego, si es apetitoso, ten cuidado, porque intentarán quitártelo todo, hasta la sopa», comenta con cierta ironía.

Desde 1999, cuando dejó la redacción, no tiene teléfono móvil. Y vive tan a gusto. «Hace catorce años que me jubilé y lo dejé. No lo quiero para nada. Quizá cuando voy a ver algún partido de rugby por algún lugar remoto... Entonces mi mujer me da uno pequeño para que esté localizado». Es un fanático de este deporte y ha recorrido medio mundo siguiendo a la selección francesa. Hace una vida retirada y tranquila: «No voy a ningún cenáculo ni formo parte de ningún grupo o clan».

Un joven periodista en la guerra del Yom Kipur

Estudió Derecho, Ciencias Políticas y Periodismo y fue corresponsal en Benelux y director de «Europe». Hace unos días se cumplieron 40 años de su marcha como corresponsal a la guerra del Yom Kipur: «Cubrí el lado egipcio. Lo recuerdo mal. Yo era otro chico. Me es muy lejano, como si se tratara de un desdoblamiento de personalidad», recuerda, y ve la profesión periodística «muy sacrificada, durísima, tienes que defender cada metro cuadrado. Hoy, la independencia es un lujo, lo que me parece realmente penoso».