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Más horrores sobre Vietnam

larazon

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«Dispara a todo lo que se mueva» fue la respuesta de un oficial al mando ante la pregunta de un soldado de «si se suponía que debían matar a mujeres y niños». Y así fue el delirio sangriento de Vietnam según un informe oficial de 1995, se estima que hubo más de tres millones de muertes y un millón de ellos, civiles. Después de miles de libros en diferentes idiomas, es muy posible que éste sea el definitivo. También el más deprimente, en especial para aquellos que sigan creyendo en la actuación íntegra de los militares estadounidenses, así como en su Departamento de Defensa, la presidencia de Richard Nixon, el Congreso y todo su sistema judicial, que minimizó, silenció y enterró en el basurero de la historia aquella masacre continuada. No pocos tildarán de exageración estas páginas, pero las pruebas que ha reunido Turse son irrefutables. A través de un estilo urgente, periodístico y eficaz, nos conduce por un paisaje de políticas fallidas, mentiras estatales y la angustia vietnamita. Muy distinta a la narración oficial de cientos de películas que se niegan a señalar el tumor maligno que crecía dentro de las fuerzas armadas estadounidenses.
Matanzas silenciadas
No pocos lectores educados en la guerra de Vietnam por historiadores «cómplices» y complacientes han llegado a creer que My Lai fue un incidente aislado, perpetrado por un joven oficial llamado William Calley y al que su atrocidad sólo le costó un arresto domiciliario. Recordemos que el teniente, junto a sus hombres, violaron a mujeres y niñas, mataron a los aldeanos y a su ganado hasta terminar prendiendo fuego a las casas para dejar el poblado arrasado. Como broma macabra de «fin de fiesta» reunieron a los supervivientes en una acequia.... Pero desgraciadamente tales matanzas eran continuadas y, las más de las veces, contra ancianos, bebés y civiles desarmados. Violaciones, torturas y sofisticadas atrocidades eran la norma a lo largo de todo el país sin que el personal militar estadounidense fuera castigado. La Operación Speedy Express, bajo el mando del general Julian Ewell, en el delta del Mekong, es otro ejemplo marcado por el salvajismo gratuito, en ella perecieron miles de civiles para mayor gloria de la promoción personal del general a quien se le recompensó con una tercera estrella y un lugar confortable en las negociaciones de paz de París.
Por eso Turse se afanó en documentar un conflicto que en América se ha utilizado con excesivo celo ideológico ocultando la política de destrucción de un pueblo a través de intensos bombardeos y zonas de fuego libre, así como la «reubicación» de los campesinos hasta crear millones de muertos, heridos y desplazados. El presente volumen arrancó con un enfoque bien distinto. Turse era un estudiante de posgrado en Salud Pública cuando empezó a investigar el trastorno de estrés postraumático (TEPT) entre los veteranos de Vietnam. Así fue como dio con los papeles olvidados del Grupo de Trabajo de Crímenes de Guerra, en el que se recopilaba la información de las atrocidades, no para castigar a los culpables, sino para asegurarse de que el ejército norteamericano no volvería a bajar la guardia y ser atrapado por un escándalo de tal magnitud. A partir de esos archivos y más de un centenar de entrevistas a testigos de ambos bandos nacen estas 370 minuciosas páginas con más de 85 notas.
Turse califica su libro como un desafío a la narrativa «reconciliacionista neoconservadora» supuestamente dominante, que postula que la guerra fue en general bien y que los homicidios de civiles perpetrados por EEUU fueron actos aislados, no parte de una cultura sistémica de la violencia. De ahí que el grueso de esta obra se afane explorar que todas las matanzas no fueron en modo alguno accidentales sino que formaban parte de una estrategia militar perfectamente meditada. Un sistema de destrucción que convertía zonas rurales en campos de exterminio y detonó una nueva forma de hacer la guerra con estrategias propias del «managemet» empresarial y con unos efectos sobre la política que alcanzan hasta nuestros días. Empezando por el entrenamiento de los soldados antes de marchar al frente, donde se les instruía en el odio hacia los vietnamitas a través de un lenguaje racista que les tildaba de «amarillos», así como en la creencia de que eran no sólo seres inferiores, sino inhumanos. Los instructores inculcaban a los soldados en formación una obediencia incondicional hacia sus oficiales superiores. El trauma psicológico causado a los reclutas durante ese entrenamiento permitió a los militares fomentar en ellos la cultura de la violencia extrema, en la que encontraban recompensa, promoción y parabienes.
Adicción a la violencia
En definitiva: un libro que versa sobre la enfermedad de la cultura militar hipermachista, el vértigo embriagador y la adicción a la violencia así como la enorme maquinaria de propaganda gubernamental que encuentra en sus libelos un público crédulo... aunque siempre quedan las tácticas de intimidación, las amenazas y las campañas de difamación para silenciar a los disidentes. El trauma que arrastran la mayoría de los veteranos es el resultado, no sólo de lo que presenciaron, sufrieron y perpetraron, sino también la vergüenza, la culpa y la auto repulsión que les arrasa. Por eso no es de extrañar que muchos de ellos intenten escapar de las tinieblas de su conciencia a través de la droga, el alcohol e incluso la autolisis. Al llegar a la última página de este libro, el lector lo entiende todo con verdadera nitidez. ¿Es posible que dentro de 30 años leamos un libro tan ilustrador como éste donde se nos revele qué ocurrió realmente en Irak y Afganistán, por ejemplo?