Medardo fraile sigue contando
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«No sé lo que es cuento. Un cuento me parece lo más fino y personal y lo menos manchado que puede hacer un escritor», decía el madrileño Medardo Fraile (1925) –residente desde 1967 en Escocia, donde se convirtió en catedrático de español en la Universidad de Strathclyde, y muerto en Glasgow en el año 2004– en la nota que precedía su primer libro, «Cuentos con algún amor». Décadas después de aquel momento, el autor podría haber seguido afirmando tal duda sobre el género, pues no cesó de intentar vías de escritura nuevas, siempre cuestionándose, siempre con la humildad y discreción de los verdaderamente grandes.
Un camino propio
Con el objeto de recoger su larga y prestigiosa andadura, Páginas de Espuma publicó en el año 2004 una edición de sus cuentos a cargo de Ángel Zapata, quien, en la introducción, aseguraba que «es el primer autor español que está buscando muy conscientemente, allá por los años cincuenta del pasado siglo, una narratividad específica y diferencial del cuento». El mismo prologuista lo añadía a la lista de los Borges, Cortázar y Monterroso, aunque para el gran público era un autor bastante desconocido; de hecho, algunos estudios académicos se limitaban a citarle como dramaturgo del grupo de 1945 «Arte nuevo», que sería el primer teatro de ensayo de la posguerra, con autores como Alfonso Sastre y Alfonso Paso (cabe decir que incluso su obra «El hermano» fue trasladada a la radio y a la televisión).
Por otra parte, Zapata acertaba al considerar sus textos sobre todo como «un acontecimiento del lenguaje», destacando su «estilo puro, idiomático, imaginativo, exquisito y cordial a la vez». Fraile es justamente eso, un obrero de las palabras, un artesano de la frase corta ¿azoriniana?, en especial en sus primeros libros, llenos de una poesía casi creacionista, a mi gusto los mejores –tal vez también para José María Merino, que incluyó en «Cien años de cuentos» (Alfaguara, 1998) el melancólico «Cuento de estío»–; textos que describen la sociedad templada y débil de la posguerra que uno sólo puede proyectar en tonos grises.
Ahora, estos «Cuentos completos», revisados, tienen el aliciente de incorporar muchos otros textos inéditos tras la muerte del autor, además de un apéndice con reflexiones del propio Fraile sobre el género en el que destacó tanto y, por supuesto, lo que ya había aparecido con el título de «Antes del futuro imperfecto», que recogía material desde 2004 a 2011. Es, pues, la edición definitiva de un Fraile que evita las tramas y los argumentos claros, autor de una narrativa que protagonizan, como apuntó José López Rueda con motivo de la aparición en Caracas de la antología «Años de aprendizaje» (2001), unos personajes que «si al principio se niegan a valorar positivamente los caminos que ofrece la sociedad, a medida que van madurando y ya inevitablemente metidos en uno de esos caminos, siguen mirándolos con escepticismo y corroborando que no valen la pena; en una palabra, haciéndose descubridores de nada». Y en efecto, Fraile observó la infinita nada que nos rodea, extrayendo de todo materia para la palabra, con ritmo lento y concentrado, con paciencia de pintor y síntesis de poeta.