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Menudo síndrome de Estocolmo

Mary Kubica se adentra en un fallido relato que arranca del «domestic noir» y deriva hacia planteamientos de lectura más románticos

Menudo síndrome de Estocolmo
Menudo síndrome de Estocolmolarazon

Mary Kubica se adentra en un fallido relato que arranca del «domestic noir» y deriva hacia planteamientos de lectura más románticos

Parece ser que «Perdida», la exitosa novela de Gillian Flynn, acabará como el modelo del «domestic noir»: chica rica secuestrada, problemática familiar, intriga psicológica, romance amoroso, personaje femenino poderoso y giro final sorprendente son los elementos que configuran tanto la novela de intriga como las encuadradas dentro de la «Young Novel Romance» (YA) y la «New Adult Romance» (NA). Una tipología comercial que diferencia la literatura romántica con sexo para jóvenes menores y mayores de dieciocho años. Una tipología inserta dentro de la «chick-lit»: literatura de mujeres, cuyas protagonistas tienen entidad propia, toman sus propias decisiones y no son precisamente angelitos buenos. El estereotipo es el de la mujer fuerte (empower) de la literatura post-feminista.

«Una buena chica», de Mary Kubica, se plantea como un thriller en el que la secuestrada padece el síndrome de Estocolmo. Pero nada es lo que parece hasta que el lector se percata de que la intriga policiaca, el secuestro y el dichoso síndrome son pretextos de una trama mucho más simple: el romance de una rebelde de casa muy bien con un delincuente que la secuestra, quién sabe si para matarla o librarla de un mal mayor. Comienza la novela como un thriller, pasa a «domestic noir» con la típica problemática familiar, y poco a poco se desplaza a «chick-lit» en su versión para lectoras jóvenes. La narración está dividida en antes y después del secuestro corre a cargo de tres personajes: el secuestrador, la madre de la secuestrada y el detective.

- Una historia de amor

La historia se va desplegando a medida que los narradores informan al lector de los sucesivos giros de la acción. La idea parece original hasta que quien la lee se percata de que el motivo central de la novela, el secuestro, encubre una narración sobre dos familias desestructuradas de clases sociales opuestas descritas de forma tan ingenua y melodramática que carece de interés una vez desvelado el meollo de la historia. Sobre los personajes mejor es correr un velo de piedad ante tales clichés.

Todo es tan estereotipado, que la relación sadomasoquista del secuestrador y la secuestrada, detallada hasta la extenuación, como si asistiéramos a un oscuro amor romántico destructivo, adquiere los tintes absurdos del delirio a dúo más trivial. Las preguntas sobre por qué se establece esta relación forzada se amontonan sin respuestas hasta el final. El centro no es la intriga ni la investigación ni el rescate sino el romance. Hay momentos que el lector duda, pero cuanto más se enreda, más simple se vuelve, y lo que comenzó como una intriga policiaca al uso muda en un relato doméstico de amor insensato donde toda lógica le es ajena.