Octubre rojo asturiano
En los años treinta muchos europeos vivían con el temor de estallidos revolucionarios que siguieran la estela soviética pero fue en España donde se encendió la mecha a principios de octubre de 1934 cuando la CEDA, coalición derechista de Gil-Robles, entró en el Gobierno de la República y se convirtió en el partido más votado. El movimiento revolucionario se precipitó y consiguió ser sofocado con rapidez en Madrid y Cataluña, pero fue en Asturias donde tuvo lugar una de las rebeliones más violentas de la historia. «Aquellos famosos diez días que conmovieron al mundo fueron positivamente menos espantosos que los diez días de la revolución de Oviedo», escribió uno de los tres autores de este libro, Chaves Nogales, testigo de la Revolución Soviética en 1917. Junto con Josep Pla escribieron sus crónicas desde el terreno, cuando los escombros aún humeaban en la ciudad de Oviedo, como corresponsales, respectivamente, de los diarios «Ahora» y «La Veu de Catalunya». Sus textos son una muestra magistral del periodismo de urgencia que necesita tanto de la verdad como del dominio narrativo. Díaz Fernández escribió un libro sobre aquellos sucesos que se publicó en 1935 y que se reproduce íntegramente en este volumen. En él sigue con detalle la revolución asturiana desde su inicio en Mieres y su extensión por la cuenca minera hasta su apogeo en Oviedo. Son páginas trepidantes y llenas de emoción en las que detalla numerosos dramas personales al tiempo que explica cómo la pobreza, la ignorancia y el odio de clase encendieron en aquellos mineros la rebeldía que se atizó «con la propaganda de un marxismo puramente sentimental». Se hizo un enorme derroche de municiones, aunque la dinamita fue la gran protagonista de la Revolución de Asturias, los hombres llevaban la cintura rodeada de cartuchos que encendían y lanzaban al paso, mientras entraban en las ciudades. No contaron con la aviación del Gobierno contra la que nada podían hacer las armas que portaban. Sí contaban con que Rusia enviaría su flota hasta las costas cantábricas para ayudarlos. Esto da una idea de la ignorancia y la locura que se desató en el norte de España como un triste y amargo preludio de la contienda de 1936.