Oriente próximo repleto de petróleo
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Robert Kaplan (Nueva York, 1952) no es un viajero al uso. Como un arúspice de la antigua Roma, el periodista estadounidense viaja escarbando en las entrañas de la historia para intentar entender el presente y vislumbrar el futuro. Kaplan tiene debilidad por las cunetas del planeta, que ha recorrido a conciencia durante años haciendo gala de su sagacidad como observador político, antes en África con su excepcional «Rendición o hambre» y ahora en esta afortunada reedición de «Rumbo a Tartaria», su periplo desde los Cárpatos hasta más allá del Mar Caspio atravesando algunas de las zonas más inestables de esa frontera cada vez más frágil entre Oriente y Occidente. Porque Kaplan no sólo nos acerca un paisaje, geográfico y humano, sino que, sobre todo, refleja en el espejo a lo largo del camino que debe ser todo viaje la intrahistoria de una geopolítica convulsa que, a menudo, se explica más en el pasado que en el presente.
La obra es una certera autopsia del pasado de países como Rumanía, Bulgaria y Turquía; Siria, Líbano, Jordania e Israel; Georgia, Armenia y Azerbaiyán, y el ignoto Turkmenistán, la antigua Tartaria, punto final del viaje. Pero, en su caso, esa auscultación retrospectiva no es mera retórica, sino precisamente la clave de bóveda sobre la que construye, con sagacidad inusual, todo su relato. Kaplan ahonda en los rescoldos de los conflictos y en las penurias humanas a través de decenas de conversaciones con políticos, analistas, militares y, también, con desencantados representantes de esa sociedad civil que es la que con más dureza encaja los reveses de la historia. De frontera en frontera, el autor alerta de los peligros de los espejismos de democratización en Oriente Próximo, con Maquiavelo al acecho, y camina con el corazón encogido sobre las cenizas del comunismo, el «cataclismo más cruel». El viaje de Kaplan por Oriente Próximo y el Cáucaso es un progresivo avance hacia «una u otra forma de anarquía», siguiendo el hilo de Ariadna del petróleo y el gas, antes de seda y especias, y las «peligrosas fisuras» que el capitalismo voraz ha abierto en esas sociedades precarias.