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Palabra de espía

larazon

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Quien espere una autobiografía al uso de John le Carré se equivoca de medio a medio. Más bien es una mezcla variopinta de artículos sobre su vida publicados en revistas: ocho de un total de treinta y ocho capítulos que componen esta singular biografía dispersa.
Una vez aceptado que John le Carré centra la atención en su azarosa vida como agente secreto del MI5 y MI6, sus relaciones con los directores del KGB y la CIA y la ironía y cotidianidad con la que narra sus encuentros con los agentes secretos, en la línea desapasionada de sus novelas de la Guerra Fría, el lector queda maravillado por la calidad de su prosa, precisa y fluida, capaz de convertir sus recuerdos en una apasionante novela de ficción. Para el escritor inglés, todo es literatura, hasta la más trivial de sus vivencias.
John le Carré es un novelista ambicioso, volcado en la reflexión de las características esenciales de sus fabulaciones imaginadas y luego cotejadas con la realidad. Obsesionado por la realidad y la plausibilidad: conocer de primera mano las localizaciones y el comportamiento de las personas que acabarán dando forma a sus seres de ficción.
Para los lectores que esperen que John le Carré les cuente cómo escribió «El espía que surgió del frío» o «El topo», cómo obtuvo la información y en qué personajes se basó para dotar a estas novelas del grado de verosimilitud que tienen, «Volar en círculos» colmará con creces sus expectativas.

Veracidad ante todo

La delirante entrevista con Arafat es crucial para entender «La chica del tambor», como su visita a los jefes de la mafia rusa es clave para situar «Un traidor como los nuestros». Su aventura en el Congo y Ruanda a los 76 años le confiere a «La canción de los misioneros» la veracidad imprescindible para trascender la simple novela de espionaje, como los intríngulis de la historia del fabricante de información falsa crea el marco perfecto para situar «El sastre de Panamá».
Para John le Carré, el mundo del espionaje durante la Guerra Fría era un despropósito y la falta de profesionalidad de los burócratas y funcionarios del MI6, la CIA o el KGB, una característica que permite entender la cantidad de espías dobles y mentirosos patológicos de los servicios secretos. Idéntica visión crítica y demoledora tiene de los caciques africanos, los mafiosos rusos o de su mismo padre, un estafador profesional al que dedica la parte final del libro. Este es, a todas luces, uno de los capítulos más apasionantes de «Volar en círculos», la indagación sobre la conflictiva relación con su padre. Un trauma que le aboca a reflexionar sobre su trabajo: los escritores –escribe–, «aunque sepan la verdad, nunca les parece suficiente».
De esta miscelánea, la parte más enjundiosa es la dedicada a los retratos de actores y directores de cine, en especial el de Richard Burton, una obra maestra de penetración psicológica a la altura del retrato de Marilyn Monroe de Truman Capote. La prosa de le Carré es precisa, de una elegancia desapasionada. Consumado narrador de acontecimientos en apariencia triviales, Le Carré los adereza con un tono impertinente y mucho sarcasmo cuando se enfrenta a funcionarios y gerifaltes. Para los fans, la traición de Kim Philby, aunque de segunda mano, la narra con tal pericia y delectación que adquiere el vuelo literario de un gran prosista.