Pan duro
Todos recordamos aquel gesto de las abuelas cuando, al caerse el pan de la mesa, lo recogían y lo besaban. Algo que nos intrigaba y no sabíamos si se refería al hambre de la guerra o a temas religiosos. Sea como fuere, ese gesto es elegido como símbolo por Almudena Grandes para su última novela, «Los besos en el pan», que ha escrito en un intermedio de su serie narrativa «Episodios de una guerra interminable». Grandes construye una novela coral de testimonios de ahora mismo, de quienes se quedan en paro, de negocios que se hunden, de una clase media que se creía protegida y a quien se le abrieron grietas. Es un barrio de Madrid, pero del centro, no de una periferia de dramas ya esperados, sino justamente lo contrario: casas hasta con viejas escaleras de mármol, negocios de toda la vida, incluso personas muy conservadoras que de repente ya no tienen para que sus hijos lleven el bocadillo, y que jamás pensaron que tendrían que recurrir a la solidaridad de los vecinos. Son como pequeños dramas humanos, pero que, por serlo, acaban tomando el aire trágico de aquellos antiguos besos en el pan.
La escritora abre los balcones y las puertas de muchas de esas casas de la clase media madrileña y nos hace asomarnos a las vidas de todos aquellos que creyeron que la democracia era como una fiesta eterna, y de repente ven que su vida es una cucaña con el tronco untado de corrupción, explotación y rentabilidad. Centrada en el lado humano y una mirada tierna hacia sus personajes, veremos al arquitecto en paro trabajando en un parking de vigilante, las historia de amores e infidelidades atrapadas en un bucle de crisis económica, e incluso a una pareja que el día del golpe de Estado escucharon conversaciones de los gerifaltes políticos. Porque la vida es así, dura y cruel, pero real.