Literatura

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Para mi madre, Esther

Milena Busquets Tusquets evoca a su madre en «También esto pasará»

Para mi madre, Esther
Para mi madre, Estherlarazon

Cuando murió su padre, su madre le contó un cuento: «Había una vez un emperador que convocó a sabios del mundo y les pidió una frase que sirviera en todas las situaciones». Ga-nó «también esto pasará», título de esta historia. La madre de la autora era la mítica Esther Tusquets, fundadora del sello Lumen, «escritora proustiana que utilizaba la memoria como arma de conocimiento». La mujer indignada que nos dejara hace dos años y fue enterrada en Cadaquès, el mismo mar de todos sus veranos. Justo en el instante en que arranca esta «nouvelle» que recientemente provocó en la célebre feria de Fráncfurt un gran revuelo internacional. Tras su fallecimiento, la mujer bautizada con el nombre de la amante de Kafka pasó un año bloqueada hasta que detonó su nervio literario y abordó esta hermosísima carta de amor. No se le murió su madre, se le marchó su gran amor, como repite en estas páginas donde relata el verano de su duelo, en ese lugar del Alto Ampurdán donde descansan sus restos.

A hurtadillas

Hasta allí viaja acompañada de sus dos hijos, fruto de matrimonios distintos, un amante con el que se ve a hurtadillas en las esquinas de la patria chica de Salvador Dalí, y tres amigas. A sus cuarenta años se enfrentará al dolor reafirmándose en la vida a través de la amistad, la maternidad, «la ligereza», el sexo – representado como antítesis de la muerte– y las anécdotas que logran aflojar su abierta llaga. El conflicto generado entre el culto al placer y el remordimiento que refleja la conciencia se palpa en esta narración que derrocha grandes dosis de humor porque tiene la lente de una escritora de estirper «wildeana» con un profundo sentido trágico de la existencia.

Su talento se desborda en estas honestas páginas que incluyen parodias generacionales y enredos vitales. Quien sepa quiénes son Fellini, MacLuchan, Freud, Françoise Sagan, Wilde y Woody Allen gozará mucho más de su lectura. Quien haya leído el homenaje de Landero a su padre y el de Giralt Torrente al suyo, mucho más... Quien no, allá ellos. En el libro abundan las escenas delirantes que se alternan con otras mucho más profundas sin conformar dentro del texto repúblicas independientes porque están sutilmente encajadas en una estructura narrativa muy compacta. Y en una idea central que las engloba a todas ellas: la realidad del único amor que nos conforma, porque nos convierte en nosotros, al ser mirados por sus ojos, el de nuestros «hacedores». Milena: si tu madre te leyera, tu verbo ganaría su diestra atención. No la de una hija de la «gauche divine» que tuvo que ganarse a pulso la atención de sus padres, sino la de la escritora con hechuras propias... Y ambas veríais cómo cae polvo de hadas sobre este testamento de amor.