Historia

Ensayo

Paul Preston: «Carrillo fue tan dictador como Franco»

El reputado hispanista británico publica «El zorro rojo», un ensayo profusamente documentado en el que desmonta la presunta leyenda heroica del líder comunista

De izda. a dcha., Enrique Líster, Francisco Antón, Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri y Joan Comorera
De izda. a dcha., Enrique Líster, Francisco Antón, Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri y Joan Comoreralarazon

Tras las biografías de Franco y Juan Carlos I, Paul Preston, premio Príncipe de Asturias por su trabajo como el historiador más importante del siglo XX español, vuelve a la carga con «El zorro rojo» (Debate), una obra dedicada a Santiago Carrillo, documentada hasta la última coma con archivos recopilados desde los 70. El retrato no puede ser más crítico con el político. Entre sus cualidades, el autor destaca las «falsedades, las medias verdades y la traición», que demuestran «inteligencia, ímpetu y osadía» y, ante todo, el motor de su vida, «la ambición».

-¿Tuvo Carrillo un trato de favor durante su exilio?

-El Carrillo que dejó España en el 39 no era políticamente tan importante como el de los 60. Está claro que las altas esferas vivían mejor que la bases, muchas de ellas en campos de concentración de Francia; con el paso del tiempo Carrillo vivió relativamente bien. Pero la vida lujosa no era lo suyo. Se le pueden criticar muchas cosas, pero no sería justo decir que estaba bebiendo champán mientras sus camaradas estaban en la guerra.

-¿Por qué no participó activamente en la Guerra Civil? ¿Querían evitar que matara a su propio padre, Wenceslao Carrillo?

-Lo del enfrentamiento con su padre no se sostiene. Carrillo salió de España mucho antes de que éste entrara a formar parte del Consejo Nacional de Defensa anticomunista. Supongo que a los líderes del PC les era más útil gestionando la formación desde Francia. El problema es que se inventó un pasado tan heroico que muchos le acusan de lo contrario.

-Aparte de a su padre, menciona una larga lista de las personas a las que fue traicionando: Largo Caballero, Jesús Monzón, Jorge Semprún... ¿Cuál fue la traición más despiadada?

-Hubo muchas y muy maquiavélicas. Creo que una de las más crueles fue la de Monzón. Carrillo mandó un equipo para matarle. La Policía le detuvo primero, pero en la cárcel los propios camaradas le hicieron la vida imposible a petición de Carrillo. La de Semprún fue muy sonada, pero éste estaba a punto de convertirse en escritor de éxito, así que pudo continuar con su vida. Los casos peores son los de Fernando Claudín, que era un pobre funcionario y al que Carrillo ordenó que le echaran de casa y le impidieran buscar trabajo. Les destrozó la vida.

-¿Fue especialmente despiadado durante la purgas del Partido Comunista en los 40?

-Sí. El endurecimiento de las condiciones en la Unión Soviética llevó a numerosos exiliados españoles a solicitar visados para reunirse con sus familias en México, Francia, Argentina y Chile. Carrillo lideró una serie de juicios políticos para saber los motivos de aquéllos que querían marcharse. Incluso los miembros más heroicos del partido podían ser acusados de agentes provocadores si cuestionaban su opinión.

-En definitiva, ¿pasó su vida luchando contra Franco cuando él era otro dictador?

-Indudablemente, si busca una persona emblemática que represente la oposición franquista, ése era Carrillo. La oposición a una dictadura siempre se ve influida por la propia dictadura. Pero sí, había muchas semejanzas entre ambos. Sobre todo, la frialdad con la que trataban a la gente y la capacidad de remodelar su pasado para quedar como héroes. Fernando Claudín llegó a señalar que no se habían adoptado ninguna resolución contraria a sus propuestas. A lo que otro camarada respondió: «Sí, cuando le impedimos que arriesgara la vida». Eso es signo inequívoco del autoritarismo y la adulación que tenía en el partido.

-¿Realmente fue clave en la Transición o bien, obsesionado con el poder, se limitó a cambiar de chaqueta para continuar en primera línea?

-España consiguió la mejor democracia que pudo teniendo en cuenta las circunstancias. Está claro que para continuar en el tablero de juego sacrificó muchas cosas para el partido. Pero no se puede obviar su ambición. ¿Que no lo hiciera por patriotismo y lo hiciera por propio interés? Desde luego que él siempre fue un pragmático y un cínico, y la teoría le importaba un bledo. Fue un gran optimista y no se puede diferenciar lo que era bueno para el partido y lo que era bueno para él. No tenía vida personal y no puede separar su figura de la del PC. Igual que el rey Luis XIV de Francia dijo que «L'État, c'est moi» (El estado soy yo), con Carrillo se podría decir «Le Parti c'est moi» (El partido soy yo). Con todo, aunque podamos discutir sus motivaciones, su papel en la Transición fue clave para que el resultado fuera positivo.

-Carrillo fue imprescindible para el PC,¿ pero fue también el responsable de su desaparición?

-Su egoísmo y hábitos estalinistas provocaron problemas internos, pero sería injusto decir que fue su culpa: paralelamente se produjo la segregación del PC italiano y el francés. El mundo estaba cambiando.

«Es imposible que fuera ajeno a lo que sucedía en Paracuellos»

-Permítame que le pregunte por la sombra que siempre acompaña a Carrillo, es decir, por la culpa que tuvo en Paracuellos. ¿Se limitó a mirar para otro lado o tenía las manos manchadas de sangre?

-Para hablar de Paracuellos tenemos que entender primero el contexto que se vivía en ese momento. Se trataba de un Madrid sitiado, de una situación de terror, miedo y caos. Las fuerzas rebeldes estaban a las puertas y se sabía que los presos se unirían a los sitiadores. Era necesaria una evacuación. Pero es importante destacar tres fases en aquellas ejecuciones. La primera fue la autorización, y aquí Carrillo, como joven que acaba de entrar en la Delegación de Orden Público, poco tenía que ver. Los responsables directos fueron José Miaja, presidente de la Junta de Defensa, Pedro Checo y Alexander Orlov, agente de la NKVD, Policía política y de seguridad soviética, antecedente del KGB, durante la Guerra Civil española. La segunda fase fue la de organización. Y aquí Carrillo fue clave. Las órdenes específicas de prisiones no fueron firmadas por él ni por ningún miembro de la Junta de Defensa, pero es imposible que fuera ajeno a lo que sucedía porque recibía informes diarios. Y, por último, está la fase de ejecución propia. ¿Quién apretó el gatillo? Anarquistas, comunistas... los nombres no se saben. Carrillo no apretó el gatillo, pero con esta explicación que cada uno decida si tiene las manos manchadas de sangre.

-Asegura que fue el propio Carrillo quien, con sus numerosas entrevistas y revelaciones en sus libros, se delató, a pesar de que durante toda su vida negó que tuviera algo que ver.

-Efectivamente, no hay una prueba única o clave. Pero si se juntan todos sus escritos, declaraciones y archivos –como las actas de la reunión de la Junta de Defensa de la noche del 11 de noviembre de 1936–, uno llega a esa conclusión. A pesar de sus continuas mentiras y contradicciones, fue él quien aportó las piezas del puzle. Mis libros te pueden gustar o no, pero no se puede decir que no aportan pruebas que respaldan mis interpretaciones.

-¿Qué novedad ofrece entonces a Paracuellos?

-Creo que mi principal aportación es el papel de los rusos. Su implicación fue fundamental para asesorar a la Junta para que actuaran sin contemplaciones. Ellos ya habían tenido el antecedente del asedio de San Petersburgo y sabían cómo actuar para impedir sublevaciones internas.

REPUBLICANO... Y «JUANCARLISTA»

Paul Preston nunca se ha escondido. En más de una ocasión se ha declarado republicano de corazón y su posición en el conflicto que dividió a España entre 1936 y 1939 y, en la dictadura posterior, estuvo siempre del lado de la República. Sin embargo, este atípico y respetado historiador e hispanista británico (Liverpool, 1946) no ha dudado en defender la monarquía inglesa y la española, y la figura de Juan Carlos I en concreto, al que considera un caso único por haber estabilizado la democracia durante la Transición. Doctor en Historia por la Universidad de Oxford y director del centro Cañada Blanch de estudios españoles de la London School of Economics, ha escrito, entre otros títulos, «Las tres Españas del 36» (2003), la biografía de Juan Carlos I «El Rey de un pueblo» (Debate, 2003, actualizada en 2011), «La guerra civil española» (2003), «Idealistas bajo las balas», «Franco. Caudillo de España» (2005), «Franco, el gran manipulador» (2008) y «El holocausto español» (2011).

«Pasionaria»: de la adulación a la sospecha

La relación que Carrillo tuvo con la histórica dirigente del Partido Comunista Dolores Ibárruri, «Pasionaria», no fue, según Preston, todo lo buena que cabría esperar: «Al principio, él tenía un papel adulador hacia ella, pero, cuando comienza a adquirir poder en el PC, la veía como una rival. Sin embargo, sabía que no podía ir en su contra, así que públicamente le rendía admiración, y ella a él, cariño maternal, aunque como digo, sólo públicamente, porque Ibárruri sospechaba de Carrillo, quien, por su parte, acabó sospechando de todo el mundo. Jamás confió en nadie; su capacidad de abandonar a los que se cruzaban en su camino era impresionante. Él siempre se guió por sus propios intereses».