Pedro I, entre la crueldad y la justicia
«El justiciero cruel». Arsenio Escolar e Ignacio Escolar. Península. 222 páginas. 22,99 euros. (e-book; 16,99)
Adentrarse en la vida del rey Pedro I, apodado «El Cruel», fue una tarea que les llevó tiempo a Arsenio e Ignacio Escolar, aquél padre del segundo. No es tarea sencilla el arte de escribir a cuatro manos, sin embargo, ambos están curtidos en multitud de tareas periodísticas y juntos también habían saboreado el éxito de «La nación inventada. Una historia diferente de Castilla» (Península). Si echáramos un vistazo al siglo XIV, nos llevaríamos una inmensa sorpresa. A ellos les sucedió al comprobar que existen bastantes paralelismos entre aquel periodo histórico y el momento que vivimos. Y así lo explican en el prólogo al reflejar que se trata del siglo «probablemente más duro de la historia de Castilla, quizá el más negro de la Península Ibérica desde que ésta existe. Tres grandes catástrofes, el hambre, la peste y la guerra, golpearon a la población con saña, extendieron la muerte, dejaron la tierra «yerma, estragada, pobre» y cambiaron el estado y la política. Ése cantar nos suena hoy a sabido.
En este nuevo viaje por la época medieval castellana, los autores se adentran en los mitos que adornan la figura de Pedro I, «un personaje poliédrico con un carácter endemoniado y una salud no demasiado fuerte», explica Arsenio Escolar, a lo que se añade el padecimiento de una parálisis cerebral cuando aún no había cumplido los dos años que afectó a su conducta y le originó una cojera permanente y, por ende, cometer actos exentos de justicia. En su personalidad se pueden divisar dos: una nos muestra a un monarca justiciero y cabal, «capaz de un acto de conmiseración con sus hermanastros», sobre todo con Enrique, que es quien acabó por darle muerte, y de las mayores vilezas con quien veía como posible traidor. El monarca era hijo de Alfonso XI, apodado como «El Onceno», y María de Portugal, aunque de la relación de su progenitor con su amante Leonor de Guzmán nacerían diez hermanos bastardos, para los que su madre, que ejerció como reina de facto no siéndolo, consiguió títulos y posiciones de privilegio, de ahí que los autores reconozcan un papel fundamental a las féminas del reino de Castilla, «cuya importancia resulta trascendental, como Berenguela, madre de Fernando III, la citada Leonor de Guzmán, María de Padilla, la mujer no oficial de Pedro I, y María de Molina, por ejemplo», explican.