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Penélope se cansa de esperar

Penélope se cansa de esperar
Penélope se cansa de esperarlarazon

Desde la crudeza con que lo definió L. F. Cèline como «el infinito al alcance de los perros», hasta la pureza ascética que lo enaltece como la más sagrada «memoria de los sentidos», el amor es un espectro tan variopinto como amantes puedan concebirse. En la fundación misma de la modernidad poética, Baudelaire le enmendó la plana a Stendhal, para quien el fundamento del amor es la revelación tardía de su inexistencia. ¡Vaya que si existe!, parece proclamar a los cuatro vientos el autor de «Mi corazón al desnudo», por más que los móviles sean tan siniestros como que «en este mundo de soledad, llamamos amor al deseo de invadir una carne ajena», y preconizara una guerra (entre los sexos) sin cuartel al respecto. Tras un sinfín de partes de guerra maniqueos, que no hacen sino fortalecer los arquetipos a combatir («quien ataca, acata», Derrida dixit), en los últimos tiempos parece cundir, entre variadas voces femeninas, una eficaz estrategia de deconstrucción. Ese desenmascaramiento de los mitos patriarcales sobre la feminidad orienta «Las huellas fértiles», el tercer poemario de Alicia Aza (Madrid, 1966), el más ambicioso y mejor cohesionado. Se presenta como una sugerente galería de los principales mitos femeninos, desde la Antigüedad clásica, pero también orientales, más andróginos y, por tanto, emancipadores, entre cuyos atrezzos de tortugas y dragones, y olor a incienso y flor de loto, surge esta pregunta de una diosa, que muy bien podría servir de leit motiv de todo el libro: «Y en este carnaval de fantasía / ¿quién se acuerda de Homero entre los nardos?». Al otro lado del planeta, en el apartado central, Penélope ya ha reconocido su cansancio por tanta espera; las alertas de los pretendientes suenan a «¡Sones halagadores!».

El intimismo que caracteriza a su poesía, en ocasiones de un romanticismo etéreo, adquiere aquí mayor gravidez carnal a través del soliloquio que emprende cada mito con nombre de mujer o diosa, todas ellas bajadas de su pedestal para proclamar su humana condición de amante.