Pitágoras tiene la clave
La Historia se ha convertido en el papel pintado con el que enmarcar una intriga policíaca. Al modo del «realismo de anticuario» del que hablaba Walter Scott, el trasfondo histórico permite al novelista recrear el periodo elegido, fabular sobre figuras de relieve y dotar de cierto exotismo al relato inventado. Es una moda que gusta al lector contemporáneo y excita al escritor con la fantasía de que la clásica indagación policíaca, eminentemente burguesa y urbana, puede encontrar en la prehistoria, el Medioevo o en plena revolución industrial un paradójico CSI. En realidad, la novela histórica policíaca comienza con la posmodernidad como el reflejo perfecto de la confusión de los géneros. Si todo es posible y se han difuminado los niveles de pertinencia, ¿por qué no utilizar el pasado como metáfora de un presente carente de los atractivos de cualquier otro periodo histórico?
Como un tebeo
Excepcionalmente, Agatha Christie situó «La venganza de Nofret» en el antiguo Egipto, pero es con «El nombre de la rosa», de Umberto Eco, cuando aparece el imaginario cotidiano de un periodo histórico que justifica la intertextualidad, comenzando por la figura del detective, cuya acuñación se remonta al Augusto Dupin de Edgar Allan Poe. Para ver hasta qué punto tanto Marcos Chicot en «El asesinato de Pitágoras» como cuantos siguen esta deriva historicista son deudores de Eco, hay que citar lo que él llama «el salgarismo». En plena acción, el protagonista de Salgari tropieza con un árbol, momento que utiliza para detenerla y hablarnos de botánica. Lo mismo hace Chicot: detener la narración y nutrir informativamente la trama con datos de la vida cotidiana en la Magna Grecia o la filosofía pitagórica, los cultos mistéricos y la sociedad que Pitágoras fundó en Crotona. Es en esta ciudad donde se desarrolla la acción, protagonizada por el filósofo y sus discípulos, que, como en la abadía de Eco, van muriendo asesinados. El malvado Cilón intriga para desposeer de poder político a Pitágoras, mientras, en la vecina Síbaris, el sátrapa Glauco busca vengarse de Akenón, que ha sido invitado para resolver el caso de estos misteriosos asesinatos. El romance tiene todos los componentes de una intriga enmarcada en el ámbito cerrado de la escuela pitagórica. La investigación conectará los elementos típicos del relato policíaco, con dosis de acción y romance amoroso, que Marcos Chicot narra con la misma facilidad con lo hace un tebeo de aventuras, con el añadido de la divulgación del saber matemático muy bien dosificada.