Pombo: esto era la memoria y la ficción
Álvaro Pombo no sólo es un escritor, es un carácter. Esos autores irrepetibles que marcan cada página de su obra con un troquel a fuego. Si Eliot (citado en esta novela) habló de mezclar memoria y deseo, Pombo une en cada una de sus obras filosofía y psicología, construyendo sus personajes con la sensibilidad acerada de Proust, pero también buscando ese hermoso distanciamiento que encontramos en Morand. En su recién publicada novela «Un gran mundo», una mujer mayor habla, y habla fundamentalmente para ella, sin que el lector pueda adivinar dónde la historia cede su lugar a la fantasía («Verosimilitud y verdad» fue el título de su discurso de ingreso en la RAE), de su juventud entre las clases altas de una provincia venida a menos, y que ella vivirá con su hermana y un primo, nieto de Tía Elvira, una persona fascinante a la que prácticamente se dedica toda la obra. Tía Elvira será como una especie de Dior de provincias hispánicas, diseñando ropas, abandonando maridos, escapando a París, arruinando a su familia para montar un faraónico proyecto de tienda de antigüedades en Madrid, y a quien el personaje narrador intenta desentrañar durante toda su vida, siempre sospechando que su mundo, que su gran mundo, no era sino el de una esfinge sin secreto.
El personaje de la narradora, por el que en buena medida habla el propio Pombo, expondrá claramente al lector el terreno amalgamado en el que se va a mover en esta obra cuando afirma que «esto es la memoria y es, además, ficción. Que sea ficción no hace este relato más libre sino más verosímil que cualquier memoria. La verdad sólo se muestra indirectamente a través de la ficción».
Alta cuna
Pombo, descendiente de una familia de la aristocracia cántabra, permaneció años en Inglaterra, y al regresar a España publicó algunas de las novelas más importantes de la reciente literatura española («El héroe de las mansardas de Mansard», «El metro de platino iridiado» o «Donde las mujeres»). En este libro no sólo describe el universo de una clase alta provinciana y que acabará refugiada en Marbella, sino el final de un mundo de oropel («la provincia, fondo de armario», dirá) que dormirá para siempre en los delirios de sus ensoñados personajes femeninos.