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¿Por qué los héroes mueren jóvenes?

larazon

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No existía hasta ahora nada como lo que ha publicado Carlos Garcia Gual bajo el sugerente título «La muerte de los héroes». Su idea original es presentar un viaje literario por un momento culminante que marca indeleblemente la vida de los héroes míticos: el momento de su muerte. Y cuando este periplo se realiza de la mano de un guía de excepción, que es indiscutiblemente reconocido como el más docto y a la vez accesible de los expertos en mitología clásica de todo el mundo de habla hispana, el lector está de franca enhorabuena. Embarcarse en este recorrido por «La muerte de los héroes» supone disfrutar y emocionarse a través de veinticinco episodios singulares con las peripecias últimas y ecos postreros de las historias de héroes inolvidables de la mitología griega: homéricos, como el sanguinario Aquiles, el patriota Héctor, el suicida Ayax o el astuto Odiseo; o míticos, como el cantor Orfeo, el taimado Jasón o el divinizado Heracles. Y hay, por último, un epílogo que trata a tres heroínas imprescindibles de la tragedia (Antígona, Clitemnestra y Casandra).
Destino trágico
«La muerte de los héroes» evoca una reflexión certera y melancólica, pero no carente de cierto humor filosófico, sobre lo efímero de la existencia humana. Los héroes son hombres elevados a su máxima potencia, en tanto realizan hazañas más allá de los límites humanos. Pero no son dioses y están sujetos a los inefables designios del destino. Algún día han de morir. A la épica le interesa su momento de gloria (kleos) y a la tragedia su sufrimiento (pathos), pero nuestro autor sondea las fuentes más recónditas para encontrar un sinfín de episodios pintorescos sobre la manera en la que mueren los más famosos héroes: Ulises, asesinado por un hijo desconocido, Aquiles, flechado por un dios o un hombre, Orfeo, despedazado por mujeres, y Jasón, aplastado por el mástil de su legendaria nave en el desguace. Eso nos recuerda que los héroes no pueden morir de vejez en el lecho, como lo que se consideraría ayer y hoy el término de una vida feliz para un mortal ordinario. Ellos, que han nacido en circunstancias excepcionales y, marcados desde jóvenes por signos de su destino, han realizado su hazaña, han de recibir también una muerte señalada, espléndida, paradójica o, en todo caso, difícil de olvidar, que inmortalice su peripecia heroica y les haga perennes para la memoria colectiva. El héroe se consagra en ese momento último. Y la muerte con honor se busca como consagración, un morir joven, bello, glorioso y en combate, como Aquiles y Héctor. Nadie los imaginaría viejos e inválidos.
El libro, en fin, vuelve a justificar la vigencia apasionante de los mitos antiguos en nuestras vidas y lo hace de forma exquisita. Nos quedamos con algunas de las más memorables páginas del libro, cuando García Gual, que disfruta y hace disfrutar con estas historias, recuerda la grandeza de los héroes de Homero, incluso de los más desconocidos. De los más numerosos de ellos, el poeta solo recuerda el nombre y alguna circunstancia personal. Protesilao, el primer griego que cayó al pisar las costas de Troya, es un ejemplo. Pero aunque la muerte nos iguala a todos, viene a decir el poeta, nos queda el nombre y la memoria: la dignidad del héroe en su hora final.