Qué irónico es Vila-Matas
Desde que en los años noventa triunfara en los escenarios la obra «Arte», de Yasmina Reza, en la que unos pedantes personajes se extasiaban ante las bondades de un lienzo en blanco, la vanguardia plástica de nuestro tiempo cuenta con ese sano punto de ironía que conviene aplicar a cualquier pretendida excelencia. Documenta, la célebre exposición de arte contemporáneo que, desde 1955 y cada cinco años, durante cien días, se celebra en la ciudad alemana de Kassel, sirve como marco y pretexto a la última novela de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), «Kassel no invita a la lógica», una penetrante reflexión sobre los procesos creativos de la expresión artística, la función social del autor y la posible o deseable actitud de un público receptor.
Una singular performance
La peripecia argumental arranca con la invitación que recibe el escritor para asistir a ese certamen, donde se prevé protagonice una singular performance: permanecerá escribiendo a la vista de todo el mundo horas y horas a las puertas de un restaurante chino. Muy significativamente, los dos libros que le acompañan en esa experiencia son «Viaje a la Alcarria», de Camilo José Cela, y «Romanticismo», de Rüdiger Sa-franski, una novela y un ensayo encarados desde su respectiva condición realista e idealista. Más allá de la conocida temática vilamatiana del artista sin obra o la obra sin autor, aquí hallamos la irónica descripción del mundillo social del arte bajo el tutelaje figurado de Antonin Artaud, Raymon Roussel o Salvador Dalí, sin olvidar a Robert Walser, el eterno paseante por los divagantes caminos de la libertad creativa.
No faltan atrabiliarios personajes reales, como el singular cineasta Albert Serra o enigmáticos organizadores del evento en cuestión, por no hablar de algún que otro quimérico, fantasmal espíritu burlón. Incidiendo en la idea del arte como juego y hasta como engaño, aparece más de un «mcguffin», ese objeto cualquiera sin clara justificación argumental que, sin embargo, provoca numerosos malentendidos. La glosa inteligente de numerosas citas literarias, el meditado discurso sobre el sentido ético que posee la creación artística y una nada desdeñable intriga intelectual configuran la idiosincrasia de este original y fascinante libro. Ahondando aquí en el ilógico, irracional carácter de la expresión vanguardista se iluminan interesantes aspectos ignorados de la propia condición humana.