¿Quién mató a la agente literaria?
Como todos los géneros de moda, la novela de detectives es proteica y admite cualquier hibridación, incluso la transexualidad. Son las leyes del género, que no es sino un espíritu atrapado en un cuerpo multiforme. Como «El final del hombre», que para Antonio Mercero (hijo del director de cine), libro reseñado en estas páginas, es una mujer. Un detective en proceso de reasignación de sexo. Esta metáfora puede evidenciar hasta qué punto el género ha evolucionado, volviendo por recónditos senderos al punto de partida: la novela de detectives. Jorge Eduardo Benavides, novelista currado en los géneros, agolpa aquí en «El asesinato de Laura Olivo» los tópicos y lugares comunes que apuntan a una crítica mesurada del mundo editorial, los agentes literarios y media docena de vanidosos novelistas, envueltos en el asesinato de una poderosa agente.
El hecho luctuoso simboliza la profesión que vive con alarma el cambio tecnológico que ha trastocado el mundo de Gutenberg, en el que vivían entre honores públicos y reconocimiento social. Para desnudar esa feria de vanidades, qué mejor que la «novela negra» –denominación que por lexicalizada da yuyu–, en forma de «roman à clef» repleto de referencias a novelistas actuales, enfrentamientos notorios en el mundillo literario, plagios, apropiaciones indebidas y la recurrente manipulación de premios literarios que para el «habitué» resultarán meridianos.
Vivir en Lavapiés
Larrazábal es un detective negro de apellido vasco y nacionalidad peruana que vive en el Lavapiés multicultural, encargado de investigar el asesinato pasional de una agente literaria por su amante lesbiana. Un personaje hechizado por la vanidad del escritor de turno, confiesa: «Soy adicta a la estupidez de esta recua de gilipollas». En la investigación descubre, como en la novela moral, las lacras y mezquindades del mundillo literario español contemporáneo. Todo gira alrededor de un plagio, un «negro», una novela que ganó un premio literario, el descubrimiento póstumo de un inédito de un sosias de Bolaño y media docena de autores que dentro de la cuadra de una importante agente literaria representan sus miserias.
El autor los encubre con nombres ficticios para destilar una crítica matizada de ese pequeño pero promiscuo mundillo literario hispano. Para el «connaisseur», todos ellos son reconocibles. Lo demás, puede especular o simplemente abandonarse a un relato bien estructurado, escrito con elegancia, pero sin muchas ambiciones, por un autor que conoce el oficio y que disfruta recreando su propio mundo y desnudándolo con pudor. Benavides mezcla con sabiduría realidad y ficción, y controla la denuncia crítica hasta el punto sensible de la contención. Un juego literario que involucra a reconocibles novelistas y sus luchas de prestigio. La intriga, canónica, evidencia la profesionalidad del autor, la fluidez del relato y la prudencia de la crítica. Todo es adecuado, estiloso, para que el lector disfrute de este «envoltini» policíaco con una morbosa intriga criminal.