Radiografía de la Biblia
No cabe duda de que la Biblia es el libro más importante de la historia de la humanidad: sin atender a otras consideraciones, ya sólo los datos sobre número de ediciones y traducciones así lo avalan. Pero hay que reparar brevemente en el inmenso legado de los textos bíblicos, del Antiguo y Nuevo Testamento, y de su función como motor espiritual y cultural de la humanidad. No sólo desde su origen griego y hebreo, en un contexto histórico, religioso y cultural determinado, es la Biblia (el «libro», por excelencia) de una importancia clave: piénsese en la historia de su recepción, sus comentarios y traducciones –desde la Septuaginta griega a la Vulgata latina– o en lo que sería de la cultura europea sin la traducción al gótico de Ulfilas, al antiguo eslavo de Cirilo y Metodio o al alemán de Lutero.
A comprender el alcance y significado cultural de la Biblia se dedica un apasionante volumen de la historiadora de las religiones Karen Armstrong, que presenta una suerte de «biografía» de la Biblia desde sus orígenes a la modernidad. Los grandes monoteísmos, frente a otras religiones antiguas, se basaron en un texto sagrado y canónico que ha sido reunido y confeccionado progresivamente y luego leído e interpretado a lo largo de los siglos. Armstrong comienza con el desarrollo del Antiguo Testamento en sus variantes. En el primer capítulo se examina la Torá como núcleo en los orígenes del pueblo judío con las dos tradiciones, Israel y Judá, que llamaban a Dios Elohim o Yahvé. Se analiza su génesis al modo de la historiografía o la épica clásicas, con la inclusión de leyendas y figuras heroicas. Especial interés tiene el análisis de las primeras interpretaciones de las Escrituras por los deuteronomistas en un intento de revisión y creación de certezas dogmáticas. Con la destrucción del Primer templo en 586 a.C., los escribas del exilio estudiarán minuciosamente los textos y completarán la historia bíblica en diversos estratos, como el del Pentateuco, que frente al Deuteronomio supone una visión más inclusiva y con énfasis en la reconciliación. Se notan dos corrientes en la exégesis bíblica de todo tiempo que oscilan entre integración y segregación, lo inclusivo y lo exclusivo, la reconciliación y la pureza.
El pueblo elegido
Un segundo capítulo estudia la revisión de los sistemas jurídicos de la Biblia en torno a la figura de Esdras, que modela una nueva espiritualidad basada ya en un texto considerado divino. Es muy interesante la parte dedicada a la convivencia entre los reinos helenísticos y los judíos en las visiones de Daniel, cuyo libro fue redactado durante la revuelta macabea. El estudio de la Biblia se convierte en una disciplina casi profética, como se ve en Isaías o Ezequiel. La autora estudia las sectas de la antigua Judea –los esenios o los fariseos– y sus pretensiones de encarnar al pueblo elegido y de leer la Biblia como un mensaje dirigido sólo a ellos. La enriquecedora fusión cultural que supone el helenismo en el mundo judío en comunidades como la de Alejandría se consigue desde la traducción inspirada del Antiguo Testamento al griego. Casos interesantísimos, como el de Filón de Alejandría, epítome de la fusión entre helenismo y judaísmo, interpretan el Antiguo Testamento a la luz del platonismo, comenzando una síntesis que deseaban muchos judíos de cultura griega y que tendría gran fortuna con el cristianismo posterior.
La lectura de la Biblia se convierte a lo largo de las edades en una experiencia irrepetible que trasciende lo literario y supone un acto creativo de la religión más personal. Así se ve, con una narración ágil y vivaz, en el capítulo dedicado a los Evangelios. La gran diferencia de la lectura cristiana es sin duda la integración de los «goyim», es decir, de los gentiles, en este marco de creencias ancladas en la Torá pero que despegará en un nuevo corpus de textos sagrados basados en la tradición biográfica de Jesús y en las cartas y escritos de los Apóstoles en referencia a las comunidades de primeros cristianos. Tras tratar la vida de Jesús y de su huella histórica, se analiza la enorme revolución cultural y espiritual de la época final del Segundo Templo, caracterizada por una intensa emoción que se ve en los textos cristianos. La destrucción del Segundo Templo en el año 70 estimula un boom literario entre los cristianos semejante al causado por el primero.
La tradición rabínica del midrash, indagación interpretativa en busca de la esencia de la Torá, y el imperativo categórico como transfondo de la Biblia se aborda en el capítulo 4. Las escuelas rabínicas de Jamnia y, después de la revuelta de Bar Koseva, de Usha, son el contexto para gestar renovaciones del texto sagrado con la Mishná, una antología de las tradiciones orales rabínicas para su estudio por repetición, y los diversos suplementos y colecciones talmúdicas de la Antigüedad tardía. En el capítulo 5 se analiza la evolución de la lectura cristiana de la Biblia con la patrística griega y latina, desde Justino, Orígenes e Ireneo hasta los padres Capadocios, Jerónimo y Agustín, con diferencias significativas entre la teoría y el dogma. Destacan las tendencias místicas, las diversas controversias cristológicas o trinitarias, y los movimientos ascéticos de retirada del mundo y de los primeros cenobios, analizados a la luz de su justificación en la Biblia. El capítulo 6, titulado «Lectio divina», aborda las lecturas medievales tanto en la tradición hebrea como en la hermenéutica cristiana: las diversas reformas de Bernardo de Claraval y de Domingo de Guzmán, entre otros, y la teología de Tomás de Aquino, con las nuevas corrientes filosóficas, transforman la exégesis cristiana mientras la Cábala, a la que se dedican apasionantes páginas, revoluciona para siempre la mística judía en busca de la esencia íntima de Dios.
El capítulo 7, «Sola Scriptura», analiza los irrevocables procesos de cambio histórico y teológico que tienen lugar desde el siglo XVI al hilo de la caída de Bizancio, el descubrimiento del Nuevo Mundo y el redescubrimiento de las lenguas orientales en el Renacimiento. La defensa de la lectura de la Biblia en sus lenguas originales destaca las lecciones de Lutero. En el centro de esta nueva visión está la lectura individual de la Biblia, en una reivindicación sin precedentes que revoluciona la historia moderna, desde la reforma protestante al puritanismo norteamericano. El último capítulo tiene en cuenta las aproximaciones filológicas, historicistas y racionalistas al texto bíblico por parte de las ciencias de la antigüedad de raigambre alemana. La contestación racionalista de los enciclopedistas, de Descartes, Kant o Locke y su deísmo siguen haciendo alusión ineludible a la Biblia como texto controvertido. El libro también se ocupa de la interacción del texto sagrado con corrientes científicas y filosóficas como el darwinismo o el marxismo. La predisposición racional del mundo moderno pone en tela de juicio los textos taumatúrgicos de la Biblia. Es interesante el panorama de la posguerra europea, con la crisis de un racionalismo a ultranza que había conducido a abismos de sinrazón y horror. Cabe contraponer, sin duda, los valores humanistas y de amor fraterno que siempre ha encarnado la Biblia a lo largo de la historia en sus diversas interpretaciones. Este excelente estudio, en fin, radiografía de forma sucinta y amena al «libro de libros», dando cuenta de su unidad y multiplicidad en un panorama global que abarca sus orígenes pero también su exégesis creativa a lo largo de siglos de desarrollo histórico, literario y espiritual de la humanidad.