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Riad Sattouf, el niño sirio que acabó dibujando en «Charlie Hebdo»

Riad Sattouf / Dibujante. Durante diez años trabajó en la revista, que dejó poco tiempo antes de los atentados del año pasado. Autor de «El árabe del futuro», todo un fenómeno internacional con más de 650.000 copias vendidas, ahora se publica en España el segundo tomo de esta biografía ilustrada
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Durante diez años trabajó en la revista, que dejó poco tiempo antes de los atentados del año pasado. Autor de «El árabe del futuro», todo un fenómeno internacional con más de 650.000 copias vendidas, ahora se publica en España el segundo tomo de esta biografía ilustrada
Riad Sattouf es uno de los nombres de referencia del cómic europeo actual. Dibujante durante diez años en «Charlie Hebdo», en su premiada serie «El árabe del futuro», de la que Salamandra publica ahora la segunda entrega, retrata su infancia en la Libia de Gadafi y en la Siria de Hafez el Asad.
–¿Cómo nace el proyecto autobiográfico «El árabe del futuro»? ¿Qué le hace convertir en cómic su propia vida?
–Soy autor de novelas gráficas desde hace quince años. Hacía mucho tiempo que tenía ganas de narrar mi infancia en Oriente Medio y el formato de la viñeta es en el que me siento más cómodo, por lo que opté por esta vía. Debo precisar que hay muchos tipos de tebeos, pero la novela gráfica me interesa porque tiene un formato mucho más amplio y lujoso. Eso hace que gente que no lee habitualmente este tipo de narración se atreva con esto. Siempre pienso que mi público será mi abuela, que nunca lee cómics. Creo que si a ella le gusta, ése será el buen camino porque se entra más al fondo.
–¿Su familia ha leído «El árabe del futuro»?
–Por supuesto. Siempre me hacen precisiones o reproches que aparecerán en el contenido del próximo volumen de la saga. Serán cinco tomos.
–¿Hacer este cómic obedece a creer que está tergiversada la imagen que se tiene en Europa de Oriente Medio?
–No intelectualicé la decisión de hacer el cómic. Fue una evidencia porque siempre he contado las cosas en este formato. Me quiero dirigir a esa gente que nunca lee novela gráfica.
–Pero, ¿cree que se acerca a la realidad la impresión que tenemos de Siria, escenario del segundo tomo de «El árabe del futuro»?
–Tengo dificultades para poder juzgar lo que me pregunta, concretamente sobre el conflicto sirio. Conocí la Siria de los años 80 y 90, la que viví. Sin embargo, me llama la atención la ignorancia de ciertos europeos sobre cómo se vivía entonces y ahora en ese país.
–¿La mirada inocente de un niño es lo que más ayuda para realizar este retrato?
–Me encanta describir el mundo a través de los ojos de un niño porque es una mirada que no juzga, que está libre de prejuicios políticos y morales. Me gusta mucho ese punto de vista bruto, casi virgen. Además, si tengo una idea sobre lo que pasó en Siria no quiero imponer al lector mi punto de vista sobre una situación determinada. Quiero que él juzgue. Estoy en contra de quienes imponen al lector un punto de vista determinado sobre un relato o una situación. Doy por supuesto que quien me lee es inteligente.
–Este segundo tomo está centrado en su época de colegial. En él aparece citado Tintín. ¿Es ese personaje el que lo inicia en el mundo del cómic?
–En el pueblo en el que vivía, en Siria, no había ningún cómic. Era un universo cultural inexistente. Lo que leía eran los libros que mi abuela me enviaba desde Francia. De esta manera, un día recibí un ejemplar de Tintín. Fue un descubrimiento, aunque me costó varios años darme cuenta de que detrás había un ser humano que contaba estas historias. A Tintín lo veía como el sol o las estrellas, algo que había estado allí desde siempre. Es una gran influencia. Lo que más admiro de Hergé es su facilidad de lectura, algo que me interesa porque escribo y dibujo para gente que no siempre lee novelas gráficas.
–Sus viñetas son muy claras, como las de Hergé, aunque usted emplea un blanco y negro con esporádicos toques de color.
–Me gusta mucho la idea de un dibujo expresivo que se aleje del realismo y que cuente rápido las intenciones del autor. Empleo tres colores: para Libia el amarillo por lo luminoso, para Siria el rosa de la tierra y para Francia, concretamente Bretaña, el azul del mar y el gris del cielo. Además me he permitido jugar con los colores de las banderas nacionales.
–¿La escuela que retrata se puede entender como un dibujo de la sociedad siria de ese momento, de los años 80? Lo digo porque se alterna la imagen amable con la violencia de los profesores.
–No es una metáfora intencionada, pero me interesa que como lector lo haya pensado. Al fin y al cabo, el libro retrata mi infancia. Eso no quiere decir que quiera generalizar cuando digo que se pegaba con una regla y se decía que había que votar al presidente.
–Se lo preguntaba también porque usted cuenta un episodio como el de la desaparición de un compañero del que no se sabe qué le sucedió.
–No sé qué sucedió con él, algo que me preguntan muchos lectores. Me interesa ponerlos a un mismo nivel de duda como la tuve yo en ese momento.
–¿Es doloroso recordar hoy, por ejemplo, recrear en su cómic la visita que realiza de niño a las ruinas de Palmira?
–Lo dibujé mucho antes de la destrucción de las ruinas, un año antes. Es increíble cómo los acontecimientos atrapan el relato. Estoy absolutamente estupefacto.
–Usted trabajó durante diez años en «Charlie Hebdo». ¿Cómo era el ambiente de la revista?
–Era el hogar de dibujantes legendarios, algunos de ellos asesinados como Wolinski o Cabu, que era mi gran referencia porque adoraba sus dibujos. Debo precisar que lo mío nunca fue la caricatura ni la sátira política. No es un género que me interese mucho porque creo que ha envejecido y no siempre me hace reír. En «Charlie Hebdo» tenía una página de cómic en la que contaba cosas que veía, no sujeta a la actualidad. Lo enviaba por correo electrónico, por lo que no me personaba por la redacción. Dejé el semanario unos meses antes de los atentados porque no me apetecía seguir haciendo esa serie.

Del cómic al celuloide

La carrera de Riad Sattouf es una de las más estimulantes del cómic europeo. El año pasado inició su serie «El árabe del futuro», un relato autobiográfico aplaudido por el público y la crítica, pero el dibujante tenía tras de sí una larga carrera. Nacido en París hace 37 años, su infancia transcurrió en Libia y Siria, vivencias que ahora ha convertido en una novela gráfica. Pero «El árabe del futuro» no es su primera saga. En nuestro país han aparecido algunas, como «Pascal Brutal» o «Manual del pajillero». Durante diez años, entre 2004 y 2014, fue una de las firmas fijas de «Charlie Hebdo» con «La vida secreta de los jóvenes». Incluso ha ilustrado un texto de J.G. Ballard, pero no todo es tinta en Sattouf, quien probó suerte tras las cámaras realizando dos películas: «Les beaux gosses» (2009), con la que ganó el Premio César a la mejor ópera prima de ese año, y «Jacky au royaume des filles» (2014), para la que compuso la banda sonora.

Viñetas que sirven para agitar conciencias

En los últimos años, el cómic ha mirado hacia el mundo y ha aportado numerosos materiales con los que poder reflexionar sobre lo que pasa en nuestro entorno. Las viñetas han servido también para que los dibujantes sean cronistas, dejen constancia de lo que han vivido y, en ocasiones, la sociedad y los medios de comunicación han convertido en silencio. Eso es lo que ha hecho, por ejemplo, Art Spiegelman en «Maus» donde los judíos son ratones y los gatos son nazis, una manera de visualizar la persecución que sufrió su familia durante el Holocausto. Joe Sacco ha hecho periodismo en viñetas con álbumes en los que el lector ha podido conocer los conflictos sufridos en Bosnia o Palestina. Una mención aparte merece «Persépolis» (en la imagen una viñeta), el aclamado relato autobiográfico firmado por la iraní Marjane Satrapi, donde narra su infancia en el régimen fundamentalista islámico hasta el punto de verse obligada a abandonar su país.

Ficha bibliográfica

«El árabe del futuro 2»
Riad Sattouf
SALAMANDRA
160 páginas,
19 euros