Ricciardi baila un tango
El inspector protagoniza el entretenido folletín romántico que firma De Giovanni
Poco a poco, sin apenas llamar la atención, los «gialli» policiacos de Maurizio de Giovanni se hAn convertido en libros de obligada lectura. Ya son seis los relatos traducidos desde «El invierno del comisario Ricciardi», en 2007, en las elegantes ediciones de Lumen. En ellos, la figura del comisario Ricciardi sobresale por encima de la propia intriga como uno de esos personajes pirandelianos que se buscan incansablemente sin encontrar sentido a su vida, excepto investigar los crímenes que se van presentando en la agitada Nápoles de los años 30, en plena expansión del régimen fascista. El lector se adentra en sus novelas con la convicción de que va a encontrar en ellos un mundo perfectamente plasmado, cerrado en sí mismo, con un reducido número de protagonistas que de forma cotidiana reconoce como viejos amigos. Tal es la capacidad de Maurizio de Giovanni para crear literariamente el mundo folletinesco de Ricciardi y hacerlo de forma tan naturalista y vívida que te invita a vivirlo vicariamente como un mirón sorprendido.
Su singularidad, con respecto a otras sagas más convencionales de detectives europeos, es que Mauricio de Giovanni ha inventado ese Nápoles fascista, de atmósfera oscura y deprimente, como la brillante metáfora de su comisario, sin necesidad de recurrir a farragosas descripciones históricas.
Telaraña venenosa
Todo en Maurizio de Giovanni es muy sutil. Con delicadeza va involucrando al lector en la época, sin necesidad de relatos escabrosos del auge del fascismo. El efecto es como una telaraña venenosa que se va tejiendo en su entorno y que oscurece todavía más los casos que investiga Ricciardi, ayudado por su fiel brigadier Maione, que tiene de confidente al travesti Nenita –en el original Babinella–, y los comentarios irónicos, claramente antifascistas, del médico forense Bruno Modo.
En cuanto a la intriga criminal, es evidente que De Giovanni está más interesado en recrear ese mundo sórdido y deprimente que protagoniza el comisario Ricciardi que en urdir unas tramas complejas dentro de la llamada novela de enigma. La sensación de que los crímenes planteados y los culpables no son el motivo principal sino el motor que desencadena la acción y pone en marcha el mundo de Ricciardi se veía desde la primera novela de la tetralogía de «las cuatro estaciones de Ricciardi”. Importa más la plasmación de ese mundo, el acecho de la hermosísima cantante de ópera Livia, enamorada no correspondida de Ricciardi, y el amor secreto de la vecina Enrica, que da sentido vital al nihilista comisario y lo mantiene activo en ese universo fantasmagórico que habita y del que ninguna de las dos enamoradas se ven capaces de liberarlo. El folletín romántico posmoderno en estado puro.