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Sánchez Ferlosio, el irónico plumífero

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Desde hace algunos años, la obra de Rafael Sánchez Ferlosio (Ro-ma, 1927) se venía publicando de modo disperso, con discreta difusión o errático criterio editor. Hay que celebrar, por lo tanto, la ambiciosa iniciativa de Debate de acometer la sistemática aparición de sendos volúmenes recopilatorios de su ensayística, una auténtica joya del pensamiento ético, sociológico, histórico, literario y hasta lingüístico de nuestro tiempo. El primer tomo de esta programada serie lleva por desconcertante título «Altos estudios eclesiásticos»; el desorientado lector halla pronto una explicación al detallar Ignacio Echevarría, impecable editor de esta primera entrega, que en un texto autobiográfico de 1998, «La forja de un plumífero», nuestro ensayista detallaba el cambio de rumbo de su literatura, abandonando la narrativa por el discurso teórico-especulativo a mediados de los años cincuenta y tras el éxito de «El Jarama», aludiendo a cuando antiguamente se excusaba el traslado de un sacerdote a otro destino ministerial pretextando su ausencia por tenerse que dedicar a «altos estudios eclesiásticos». Imaginativa, valiente y justificada elección por lo tanto de un título que alberga, bajo el genérico subtítulo de «Gramática. Narración. Diversiones», obras que alternan los estudios semánticos con la adquisición infantil del lenguaje, las inmensas posibilidades expresivas del castellano, reflexiones etimológicas de largo alcance, una soberbia aproximación a la literatura clásica medieval, la irónica mirada sobre el costumbrismo de la cotidianidad o el cuestionable sentido ceremonial y prepotente de la lengua del poder político, entre otras diversas cuestiones.
Tras un breve preámbulo encontramos un apunte inédito, «Sobre la hipotaxis y el aliento de la lectura», texto programático que expone la importancia del recurso hipotáctico, es decir, de la compleja y eficaz subordinación extrema entre frases que acumulan, interrelacionándose, las má-ximas posibilidades expresivas. Ferlosio siempre ha defendido al respecto, la ejemplar idoneidad del idioma español.
Aversión a los tópicos
Siguen ensayos redactados entre 1957 y 1972, en los que aparece ya la característica idiosincrasia estilística de un ensayo de tono desinhibido, rigurosa documentación previa, demoledora aversión hacia todo adocenado convencionalismo, honesto sentido autocrítico, alta estima a la literatura conceptual, asumida dimensión ética y decidida entrega personal a las convicciones defendidas. «Personas y animales en una fiesta de bautizo», por ejemplo, es un alegato en favor de la emancipación (años sesenta), a través de los términos de «infantilidad» y «feminidad», de la niñez y de las mujeres, pretendiendo su expulsión del limbo sobreprotector en que los confina la autoritaria sociedad de la época. El estudio sobre el «Pinocho» de Carlo Collodi aborda la proyección sentimental que provoca ese muñeco-niño de madera que, en su ambivalente impostura, recrea una sugestiva metarrealidad.
Los emblemáticos ensayos «Las semanas del jardín» y «Guapo y sus isótopos» adquieren aquí el sentido de una valiosa recuperación, con la que revisitamos, en el primer caso, algunas de las recurrentes obsesiones de su autor: la incidencia de la Contrarreforma en el tema del problema de España, el sentido estético de la tauromaquia, la machadiana idea de la temporalidad a través de Juan de Mairena, un penetrante análisis de la poesía de Jorge Manrique, la deriva simbólica de topónimos y onomásticos, las capacidades metafóricas del lenguaje coloquial o la sintética visualidad del «haiku» japonés; una escritura miscelánea que recuerda a aquella «literatura mixta» de otro eximio ensayista: el padre Feijoo. Y respecto a «Guapo y...» (libro de 1970, publicado en 2009), sólo constatar la extrema habilidad intelectual de Ferlosio para, a partir del adjetivo frecuentemente sustantivado que titula la obra, desarrollar toda una teoría de los campos semánticos, sus fluctuaciones sinonímicas, el especular juego de los antónimos o la función social de connotados significados léxicos. Textos de más reciente, como «El castellano y la Constitución» –magnífico análisis idiomático de la jurisprudencia legislativa–, «Glosas castellanas» –sobre los usos y flexiones de las formas verbales y adverbiales en español– o «Adversus Varronem» –culta y razonada respuesta a un artículo de Fernando Lázaro Carreter acerca del criterio que debe regir las traducciones– ponen de relieve la madurez de este pensamiento lingüístico que, partiendo de una formación autodidacta y sin asomo de pedantería alguna, se erige en un modo de conocimiento del arte y de la realidad.
Un niño en el bosque
Destaca asimismo, aunque se halle en un anexo, la traducción que Ferlosio realizó en 1982 de los escritos del médico y pedagogo francés Jean Itard, en los que éste detallaba cómo enseñó a hablar y a relacionarse socialmente a Víctor de Aveyron, niño encontrado en 1799 abandonado en un bosque en estado salvaje; historia que daría lugar a la inolvidable película –«L’enfant sauvage»– de Fran-çois Truffaut, interpretando él mismo al profesor Itard. Pero lo más interesante son los comentarios del traductor a este texto que tan bien conoce, resaltando la condición emancipadora del len-guaje, los matices asociativos de la expresión oral o la trascendencia de la gestualidad coloquial para el logro de la deseada complicidad comunicativa. Este conjunto ensayístico es un eslabón básico en esa tradición de intelectuales interesados en la estructura gramatical, sintáctica y morfológica de la creación literaria; baste aludir a Gabriel Ferrater, Víctor Sánchez de Zavala o Agustín García Calvo. La originalidad de Sán-chez Ferlosio estriba en su sentencioso tono autocrítico, la razonada radicalidad de sus argumentos, una sarcástica ironía, la sencillez de su erudita mirada analítica, la expresión calculadamente malhumorada, el ético rechazo de todo abuso de poder y una misantropía teñida de incontestable ternura. Sencillamente imprescindible.