Sheers «La guerra es el fracaso más persistente de la humanidad»
Owen Sheers habla de su última novela, del conflicto y sus consecuencias y de la multifacética carrera que ha desarrollado con tan sólo 41 años
“Digamos simplemente que a Ryan no se le daba muy bien elegir. -Hizo una pausa y se corrigió-. Bueno, en realidad sí que se le daba bien. El problema era que sus elecciones nunca le parecían excluyentes. O sea, cuando se compró la casa de Greenwich no vendió el apartamento de Manhattan. Y cuando no se pudo decidir entre un Lexus y un Porsche, pues se compró uno de cada.
Esbozó una sonrisa, mirándose los pies.
-Y cuando me propuso matrimonio a mí, se siguió tirando a su secretaria”.
Este pequeño extracto de “Vi a un hombre” revela mucho del libro sin contar nada de su trama. Es así como funciona la novela entera: el narrador va soltando información que no parece decir demasiado sobre lo que va a pasar según trascurre la historia, pero que sí se refiere a varios temas intrínsecos de la sociedad contemporánea que su autor, el galés Owen Sheers, toca de pasada, pero con gran claridad.
“Vi a un hombre” comienza cuando Michael Turner entra una tarde de junio a la casa de sus vecinos en Hamstead, una zona residencial de Londres, a buscar un destornillador. Aunque la puerta está abierta, cree que no hay nadie en casa, pues no escucha ruidos, así que poco a poco se adentra en el hogar ajeno. El movimiento casi insoportablemente lento de Michael por la casa funciona como la espina dorsal del libro, que desde allí retoma escenas del pasado para presentar al lector al propio Michael y a los demás personajes: su esposa, Caroline, que murió recientemente, Samantha y Josh Nelson, sus vecinos, y Rachel y Lucy, las hijas de éstos.
El propio autor, en entrevista con La Razón, describe este diálogo entre pasado y presente como una “doble tensión”, que tiene la función de marcar el ritmo del libro -lento mientras se está dentro de la casa de los Nelson y rápido cuando viaja a las historias que han llevado a Michael hasta ahí- y de “crear una idea de la yuxtaposición entre lo global y lo doméstico, que también recorre toda la novela”. A la vez, la sensación que produce el paso de Michael por la casa es de angustia, mientras que las demás escenas devuelven la calma al lector: “Las historias secundarias tienen un ritmo acelerado, pero están ubicadas en un mundo en el que la gente aún no ha sido visitada por la tragedia, por lo que deberían transmitir tranquilidad. Y, aunque en muchos aspectos la casa es un lugar pacífico, el suspenso aumenta a cada momento por la sensación transgresora de estar invadiendo el espacio ajeno”. Explica Sheers, y añade que “mientras la novela avanza, surgen otros elementos de transgresión en distintas partes del mundo, maneras de estar íntimamente involucrado en las vidas de los demás de un modo que resulta dañino”.
Sheers escribió la novela, con algunas pausas, durante los últimos siete años. Por eso la historia de Michael se convirtió, según explica, “en un buque para mis preocupaciones y para muchas cosas que quería decir”. Entre ellas, vuelve a explorar los temas de algunos de sus trabajos anteriores -“Pink Mist”, “Resistencia”-, como la guerra y los efectos de ésta, tanto a nivel global como en lo más íntimo. “Quisiera dejar ya este tema, pero creo que mientras sigamos recurriendo al conflicto violento, que es el fracaso más persistente de la humanidad, los escritores debemos seguir escribiendo al respecto. Tenemos que mantener una narrativa afilada e inquebrantable para que no se pierda la parte humana de estas historias”.
La capacidad de elegir juega también un rol importante en la narración, pues nada parece ocurrir por azar. “Cuando estás creando una historia como esta quieres que la complejidad moral se sienta tan urgente como sea posible y, hacer que algunas de las cosas que pasan sean consecuencia de las elecciones de los personajes, afila esa sensación”, explica Sheers, “cada elección es representativa de otra cosa, lo cual también funciona como recurso narrativo, puesto que me interesaban las acciones que suceden en la periferia para resaltar que, en realidad, todo es esencial”.
A los 41 años ya ha publicado poesía, teatro, ficción y ha trabajado en la BBC como presentador. Como Ryan, el hombre descrito en el extracto previo del libro, Sheers parece no poderse decidir: “Si tuviera que hacerlo, me quedaría con la poesía. Pero disfruto de gravitar entre las distintas formas, en parte porque unas son solitarias, como escribir poesía, y otras exigen colaboración”. No duda en distanciarse del personaje de su libro: “Él no ve las elecciones como algo excluyente. Ésa es una cuestión importante en el mundo desarollado: las elecciones no necesariamente conllevan compromiso”. Él, en todo caso, seguirá apostando por unir los géneros que le apasionan: “Un libro como “Pink Mist” -que publicó en 2013 y ganó el premio de poesía Hay Festival- toma de la forma narrativa de la novela y algunas cosas de la escritura de guiones, además de la parte documental. Quiero seguir escribiendo de ese modo”. Transgrediendo, como el protagonista de su novela.