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Sócrates sí sabe

larazon

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«Contradíganme, pero sobre todo contradíganse a ustedes mismos.» Como un Sócrates moderno, el señor Z. pasa el día ocioso en un parque disertando sobre todo lo divino y lo humano con quien quiera escucharle. Un grupo improvisado y cambiante de discípulos –un sociólogo, un joven nihilista, una ama de casa, una periodista, etc.– le discuten y le admiran a la par. Pero como Z. no ha escrito una línea –como otros maestros de verdad, de Pitágoras a Buda–, sus «evangelistas» se proponen recopilar, en 259 breves parágrafos, su sabiduría (o al menos algunas migajas). Lo que dicen que dijo el gran Z. nos sorprende, nos hace reír, soñar y pensar. Ésta es la línea en que el conocido poeta Hans Magnus Enzensberger, del que Z. es obviamente un trasunto, lanza su mirada irónica, y socarrona sobre las modas, la política, la crisis, el sexo, la cultura, la religión o la educación. «¿A qué se debe que la estupidez sea invencible?», se pregunta una vez: «Su génesis es un misterio para la biología». Bajo el equívoco platónico entre paidea (educación) y paidia (juego), el señor Z, armado con su traje y su bombín, hace apología del anacronismo burlón e inteligente sobre los temas más dispares. Demoledor sobre la filosofía, la ciencia, el arte y la literatura: «¡Quien no pueda evitar escribir libros y podría al menos tener la deferencia de hacerlos breves». No dejen de leer este pequeño gran libro: les garantizo una constante media sonrisa socrática que les durará tiempo.

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