Cómic

Superman, así nace un icono

El editor David Hernando recoge en un libro la historia del personaje y el periplo de sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster

La clásica portada de 1938, en versión de Carlos Pacheco, en el número 654 de la serie
La clásica portada de 1938, en versión de Carlos Pacheco, en el número 654 de la serielarazon

El editor David Hernando recoge en un libro la historia del personaje y el periplo de sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster

Aunque sean huérfanos en su mayoría –compruébenlo si quieren: Batman, Superman, Spiderman...–, como una fórmula necesaria para atraer la atención del lector adolescente, todo gran superhéroe tiene unos padres: el guionista y el dibujante que le dieron vida. O, en algunos casos, ambos en uno. De todos, dos nombres sobreviven en las enciclopedias con letras mayúsculas: Joe Shuster y Jerry Siegel. El segundo, por cierto, con una historia personal muy similar: su padre murió en un atraco a su pequeña tienda. Aquellos dos chavales de Cleveland que no tenían dónde caerse muertos se sacaron de la manga al mayor héroe de todos los tiempos, un kryptoniano llamado Kal-El que cumple en junio 75 años de vida. Pero el nacimiento de Superman no fue sencillo: a Shuster y Siegel les llevó cinco años dar forma al que sería el primer superhéroe de la historia tras su aparición en el número 1 de «Action Comics». El éxito fue tal que pronto la competencia, y la misma National Allied Publications –más tarde DC Comics–, vieron el filón y empezaron a imitarlo: había nacido la era del superhéroe.

Cuatro años de espera

Sobre el hombre de acero se ha escrito para hartar. Por eso, el editor de cómics David Hernando tuvo claro desde hace ya una década que el libro que quería publicar debía tener un enfoque diferente. «Superman. La creación de un superhéroe» (Ed. Timun Mas), a la venta el 6 de junio, nos habla del héroe de Metrópolis, pero sobre todo de su intrahistoria, de quiénes fueron Siegel y Shuster. «La historia detrás de la creación de Superman está llena de superación, triunfo y tragedia, por lo que fue tan heroica o más que el propio personaje –explica Hernando a LA RAZÓN–. Los creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, empezaron a jugar con el concepto de un "superhombre"en 1933, pero fue a mediados de 1934 cuando acabaron de perfilar del todo al personaje como hoy lo conocemos. Tuvieron que pasar cuatro años más para que alguien aceptara su publicación; hasta entonces todos los editores del país lo habían rechazado. Pero Siegel y Shuster no se rindieron jamás. Aun así, una vez obtenida la publicación, y pasada la euforia de los primeros años, sufrieron mucho con tal de no perder el control sobre su personaje más querido».

Siegel, un chico delgado nacido en Cleveland, la ciudad que más judíos inmigrantes recibía –sus padres lo eran–, tuvo una idea brillante en 1933. Y otra, cuando ésta tomó cuerpo, un día de verano de 1934. Junto con su amigo, el dibujante Joe Shuster, cosecha ambos de 1914 e hijos de un mercero y un sastre respectivamente, sentaron las bases de su prodigiosa criatura en un día maratoniano, con su noche incluida. Superman nacía con varias inspiraciones: «La marca del Zorro», protagonizada por Douglas Fairbanks, que Siegel había visto con seis años, el aluvión de novelas de «cientificción» que «Amazing Stories» comenzó a publicar desde 1928 y que el guionista devoraba, y la huella evidente de la novela «Gladiator», de Philip Wylie. Poco después, en 1930, Siegel y Shuster se conocerán en el instituto.

Se ha hecho de día en aquella jornada de verano. Una vez dibujado el personaje, con sus colores y su capa, Siegel y Shuster contemplan el papel que hay en la mesa del artista y creen que les falta algo. «Tras mucho pensar, uno de ellos dice: "¡Pongámosle algo en el emblema!". Dado que el personaje se llama Superman, una "S"parece lo apropiado. Shuster la dibuja y ambos contemplan su obra con admiración. La "S"les encanta y, en medio del silencio que reina en la habitación, comentan: "Bueno, también es la primera letra de Siegel y Shuster"».

Para Hernando, autor anteriormente de «Batman. El resto es silencio» (Pretextos Dolmen, 2004) y director editorial de Planeta DeAgostini Comics, Siegel y Shuster «lo significan todo» en la cultura popular actual. «Hoy día los superhéroes están más de moda que nunca, con tantísimas adaptaciones a cine, televisión o videojuego basadas en sus cómics, con las recaudaciones millonarias que obtienen en Estados Unidos y en el resto del mundo. Los superhéroes atraen y todos ellos, sin excepción alguna, son como son gracias a Siegel y Shuster. Sin ellos, nada habría sido posible».

Hernando narra los vericuetos legales, con el dinero como fondo de batalla por el personaje, y la derrota de Siegel en 1948. «¿Es posible que la propia industria "pervirtiera"a ese chaval que sólo quería ver cumplido su sueño o el chaval idealista era falso en origen y sólo quería fama y fortuna? –se pregunta el autor–. Ni una cosa ni otra. Y esto no sucedió ni por Siegel ni por la editorial, aquí el detonante de todo fue el propio personaje. Superman escapó de las manos de sus creadores y editores. Se convirtió en un icono cultural en poquísimo tiempo, con merchandising y adaptaciones a cine generados poco después de su nacimiento». La industria quería exprimir al personaje; los autores, dinero. «Ambas cosas son totalmente lícitas, si bien el trato recibido por Siegel y Shuster no fue de recibo y sí supuso un antes y un después en la industria. Pero no lo marcó hasta muchos años después, en la década de los 70, cuando se les reconoció por fin su valía», explica el autor del volumen. 80.000 dólares anuales para cada uno, y posteriormente 25.000 a la hermana de Shuster, que tuvo problemas económicos, fue el reconocimiento de DC Comics a los creadores del personaje que más dinero les ha hecho ganar. Una prueba: «La muerte de Superman», el sorprendente arco argumental de 1992, vendió la friolera de seis millones de ejemplares. Y, por supuesto, la muerte no fue definitiva.

De nuevo al cine

Más vivo que nunca –en breve llegará a las pantallas la nueva versión cinematográfica, «El hombre de Acero», firmada por Zack Snyder–, Clark Kent se ha casado, se ha reencarnado en cuatro nuevos comienzos diferentes, ha llevado trajes blancos y azules y ha tenido multitud de series propias paralelas. Sin embargo, en todos estos años, cuenta Hernando, la idea del personaje «no ha variado un ápice, lo que ha hecho es ampliar su alcance. Se ha actualizado al contexto de cada década, pero el superhéroe tal cual, en esencia, siempre ha sido el mismo». Y reflexiona el autor: «Superman permite muchísimas más lecturas ahora que en 1938, aunque su base siga siendo la misma. Pero hoy, ¿quién diríamos que es Superman?, ¿el de los cómics de los años 30, el de los 60, el actual? ¿O acaso es el Superman cinematográfico de Christopher Reeve; o el interpretado por Tom Welling en "Smallville"; o el de la serie de los años 90 "Lois & Clark"; o al que dará vida Henry Cavill el próximo mes de junio cuando se estrene la nueva película? Seguramente es una amalgama de todos ellos mezclado con la suma de todos los lectores y espectadores que alguna vez se han visto expuestos al personaje durante los últimos 75 años, aportando su interpretación a un icono cultural que nos sobrevivirá a todos».

El hijo del editor fue el que abrió la puerta

Desde 1932 hasta 1938, Siegel y Shuster (arriba, ambos; el guionista sentado) pasearon la idea de Superman por multitud de editores, con respuestas negativas. En 1937, Ha­rry Donenfeld y Jack Liebowitz compran la editorial en bancarrota de Wheeler-Nicholson. El hijo del segundo, un día, preguntado por su padre, lee una tira del superhéroe enviada por el tándem creativo. «Me gusta, me parece muy bueno», dice el joven. El 13 de enero de 1938, reciben una carta encargándoles sus primeras trece páginas del personaje. «La emoción es tal que no pueden contener su alegría».