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Todo cabe dentro de la soledad

larazon

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Vuelve Jon Bilbao con un libro de tres relatos largos o «nouvelles» situados en épocas y lugares muy diferentes. El primero de ellos, «Columna», en la Constantinopla del siglo VI, durante la época de la emperatriz Teodora, un joven abandona a su acomodada familia para acercarse a Dios a través de la oración y la soledad, en lo alto de una columna, como hizo Simeón el estilita. No muy lejos de él encontrará a un estilita viejo y yendo del uno al otro, una joven que cuida el ganado.
En el segundo, «Tepuy», un biólogo español deja a su mujer para irse a investigar a la selva amazónica en 1969. La soledad parece total hasta que descubre al animal que habita en la gran roca. El tercero en la primera mitad del siglo XXI, otro español, creador de una aplicación informática de contenidos pornográficos que le ha convertido en alguien inmensamente rico se aísla en la torre de una casa menorquina.
Compañera anaconda
Cada relato tiene elementos que dan unidad al conjunto: hay siempre una compañía con caracteres muy diferentes (en el tepuy es una anaconda) pero que siempre es femenina y lleva el mismo nombre; el aislamiento se busca no solo lejos, sino también alto para acentuar la soledad; la hostilidad del entorno, que va del acoso de los suplicantes que piden un milagro a los anacoretas a la violencia de los habitantes del pueblo menorquino y que alcanza cotas de descripción magistrales cuando se trata de la selva y sus habitantes y la familia es una rémora de la que es preciso deshacerse o al menos intentarlo.
Los temas habituales del autor aparecen en esta ocasión con un desarrollo más complejo gracias a la estructura de la «nouvelle». Su mirada sutil sobre lo cotidiano y especialmente sobre lo que ocurre dentro de nosotros cuando pensamos, sentimos o soñamos –las pesadillas son otra constante– se despliega aquí con más holgura para construir esos mundos que muestran la imposibilidad de vivir en el abismo de la soledad aunque se desee intensamente. Hay que destacar además la escalofriante descripción del futuro inmediato y el uso de internet que realiza en el tercer relato.
El desasosiego y la inquietud, marcas de la casa, oprimen a veces al lector y le hacen recordar a Poe y Lovecraft, con esas atmósferas tan densas que impiden la respiración y están cargadas de sonidos y oscuridades «donde cabe todo pero no hay nadie» y cuando el narrador afirma que al protagonista «la soledad le pasó un brazo sobre los hombros» queremos creer que la hermosa frase no tenga un doble sentido.