Tú me creaste, criatura espectral
Toni Montesinos entrega un apasionante thriller en el que reflexiona sobre la escritura
El recurso metaliterario por el que un personaje de ficción interactúa con su creador tiene muy señeros referentes: la «nivola» de Unamuno en «Niebla» (1914), en la que su protagonista, Augusto Pérez, desesperado por una contrariedad amorosa y sumido en una crisis existencial, pide al novelista explicaciones por su atribulada situación; o la celebrada obra teatral «Seis personajes en busca de autor» (1921), de Luigi Pirandello, en la que unos seres de ficción vagan en la fantasía de un dramaturgo que no les ha dado la deseada forma literaria. Esta técnica permite indagar en los procesos de la creación artística, el perfil ético de los protagonistas, las claves autorreferenciales del escritor y la ingeniosa estructura de unas vidas paralelas. El novelista, poeta, ensayista y crítico literario Toni Montesinos (Barcelona, 1972) incide en esta línea narrativa con «El fantasma de la verdad», una inquietante historia que participa de la condición de thriller psicológico, relato moral, fábula intimista y quimera visionaria. Un escritor en plena crisis matrimonial recibe la fantasmal visita de Hildur, la protagonista de una inédita novela suya de igual título, con la pretensión de encauzar ese conflicto conyugal, orientar la desnortada creatividad del narrador y obtener el reconocimiento de sus presuntas culpas ficcionales: ha «matado» a su hijo, a su amante, y la ha alejado de su profesión de violinista. Entre mutuos reproches, oscuras rencillas y hasta algún alucinado encuentro amoroso, personaje y autor encaran sus respectivas contradicciones y fracasos.
Línea machadiana
Entre confidencias y recriminaciones, el Creador, como le llama Hildur, va perfilando su identidad dependiente de los hilos de su fantasía, esclavo de unas imaginarias entidades, asediantes y obsesivas, en la línea de aquellos versos de Antonio Machado dedicados a Guiomar, su amor de madurez, transfigurado en estética ensoñación: «Guiomar, Guiomar, / mírame en ti castigado: / reo de haberte creado, / ya no te puedo olvidar». A medida que avanza la obra se confunden sueño y realidad en una desazonante mixtificación que desembocará en un desenlace agitadamente espectral. Resulta muy apropiada en el libro la alusión al flaubertiano «Madame Bovary soy yo», porque también aquí la categoría autorial se confunde con la criatura de ficción, en un correlato de recíprocas razones, sucesos y emociones. Y se incide en el antiguo dilema de la mímesis aristotélica: ¿es más verosímil el arte o la naturaleza?, cuando reflexiona así el personaje-escritor: «La mujer que más profundamente conocía pero que no podía existir, la misma que acababa de tocar una melodía que solo había nacido en un libro, el personaje que había aparecido de la nada, pese a que esa nada estuviera hecha de literatura –de una nada transformada en un todo–, fue en aquel momento el paradigma de la credibilidad» (Pág. 47) . Es esta una lograda novela, perturbadora en sus inquietantes propuestas metaliterarias, absorbente por su trama fantasmal, de impecable factura estilística, extraordinaria tensión psicológica y sorprendente desenlace.
Sobre el autor
Escritor que frecuenta varios géneros literarios, como narrador, Toni Montesinos se inscribe dentro de un realismo psicológico, reflexivo y de raíz intimista
Ideal para...
adentrarse en la interacción entre autor literario y personaje ficticio en una útil meditación sobre lo que significa la creación artística
Un defecto
Ninguno que resulte sensiblemente apreciable
Una virtud
La creciente tensión narrativa de una envolvente trama tan alucinada como fantasmal
Puntuación
10