Un Bond turbio

Se nos dice en la contraportada que «Turbio es misterio. Y remordimientos. Y sexo. Y crimen. Y amor. Y sufrimiento. Y verdad. Y mentira»... Pero lo cierto es que el libro da lo que promete. Sumerge al lector en una atmósfera insoportable, como escrito desde una zona distinta de la experiencia. Su protagonista, Andreas, encarna el sinsentidismo vital, el esnobismo del vacío en una sociedad que, en su anhelo de progreso, ha creado un monstruo como él: Perverso. Patético: «Si James Bond no tiene reparos para matar, ¿por qué los he de tener yo?» Tal aserto, ¿pudiera ser el retorcido sello de lo que llamamos civilización? ¿O, acaso, el autoindulgente empeño de ser más grande que la propia grandeza por parte de un inconsecuente? No hay esperanza en esta «nouvelle» cosida a mano con una prosa seca y arcillosa. Tampoco se vislumbra la luminosa Marbella donde transcurren estas vacaciones junto a su mujer... En el imaginario de Andreas sólo hay pensamientos aviesos y palabras prestadas de Cioran, Philip Roth, Conan Doyle. También vemos cómo se solaza con la saga de «007» o fantasea con encontrar el Tiburón de Spielberg en la playa...

Realidad y ficción en un peligroso juego de equilibrios que le permiten escribir, leer, correr cada mañana, soportar sus letales migrañas, asistir como voluntario nada inocente a un geriátrico o fornicar con su silente esposa... Pero la oscuridad está instalada en su alma. Tan estancada que hiede...