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Un discípulo de Holmes en Los Ángeles

Un discípulo de Holmes en Los Ángeles
Un discípulo de Holmes en Los Ángeleslarazon

El detective Sherlock Holmes sobrevuela sobre «IQ», la primera novela de Joe Ide. Isaiah Quintabe, IQ, es un personaje que rechaza el método deductivo de la novela policiaca estándar y adopta el inductivo de Holmes, aunque, según Umberto Eco, sería mejor hablar del método abductivo, pues, para Pierce, «la inducción busca hechos y en la abducción, la consideración de los hechos sugiere la hipótesis». IQ sigue la metodología de Holmes: recolecta instintivamente indicios y mediante la observación y la abducción llega a una conclusión, que, de nuevo Pierce, relaciona con el instinto de adivinación. Numerosas son las singularidades de «IQ». Los personajes, negros del hampa de Los Ángeles. La naturalidad con la que actúan ante los acontecimientos más desconcertantes. Pues es en este medio delicuencial donde IQ aplica a casos cotidianos del barrio el método científico de Holmes. Es un atípico investigador sin licencia que opera en la clandestinidad. Hasta que un rapero multimillonario le encarga encontrar al tipo que lo ha intentado asesinar con un pitbull gigantesco, similar al perro de Baskerville. Black the Knife, el rapero, enloquece al sospechar que su ex mujer, una chica urbana «con un culo que le seguía a todas partes como una maleta con ruedas», es la inductora del crimen.

Más Lazarillo que Watson

Sin duda, esta es la más innovadora y desconcertante novela negra actual. Si IQ es un sosias de Holmes memorable, Dodson, un pícaro aprendiz de gánster, se parece más al Lazarillo que al Dr. Watson. Ambos sobreviven a duras penas en Los Ángeles buscándose la vida entre músicos enloquecidos por el dinero y asesinos de gatillo fácil. Ide sigue la tradición de los grandes de la novela pulp: prosa fluida y cortante, sentido del humor negro y frases ingeniosas al estilo de Chandler: un humor incisivo, chispeante y malévolo. Dice el narrador: «Es mejor ser un pez gordo en Inglewood que una sardina nadando en el ego de Cal». Y refiriéndose al vestido del bellezón negro Shonda Simmons: «No había visto nada tan ceñido desde que quité el envoltorio al vacío de mi nuevo vibrador». Y hay también algo del primer Don Wislow.

Joe Ide juega con la prosa con desparpajo, como lo hacía Chester Himes. Ambos se parecen en su visión realista del gueto negro y la falta de condescendencia con la que vapulean a sus personajes. IQ tiene una mente matemática para organizar asaltos a tiendas atendiendo al precio de los productos y su venta por eBay, y la resolución de casos tan peregrinos como recuperar un vídeo porno de un cantante embestido sobre una tabla de planchar por su teclista. El caso del rapero desencadena, gracias a la torpeza de Dodson, una guerrilla digna del thriller más rabioso. Es en la combinación de pequeñas historias con el caso del músico en donde Ide reluce como un brillante en un estercolero. La parsimonia inicial da paso a una novela que enloquece y se dispara al mismo tiempo que sus personajes se conforman y engrandecen literariamente. Hay tanto ingenio en «IQ» que debe saludarse a Joe Ide como el autor revelación de la novela policíaca.