Un Madrid negro y urbano
Javier Ors presenta su primera novela, «Los años asesinos». Utiliza una jerga extraída de la marginalidad de los años 80 y 90
Sabemos poco de «El Gato». Sólo que es un delincuente y de los famosos. Menos sabemos todavía del tiempo en que narra su historia, aunque adivinamos un Madrid apocalíptico en el que sólo queda la Castellana. Son «Los años asesinos» (Libros del olivo), el título de la primera obra del redactor de LA RAZÓN Javier Ors, una novela negra y urbana con un lenguaje extraído de la marginalidad y la cultura popular de los años ochenta y noventa que ayer su autor presentó en la librería madrileña Cervantes y Compañía. La primera preocupación que le surge al presentador del acto, C. David Carrón, es si ha experimentado la marginalidad en la que viven sus personajes, los bajos fondos en los que se desarrolla esta historia que, más que un título de género al uso, constituye una reflexión sobre la decandencia de la sociedad. «Yo hasta ahora no he atracado ningún banco, aunque nunca se sabe hasta dónde pueden llevarnos los ajustes económicos –aclara Ors–. El futuro es un lugar muy adecuado para pensar el presente, de ahí la ubicación en el futuro. No creo que tenga nada que ver con ninguno de mis personajes, afortunadamente, porque no me iría con ninguno de ellos de vacaciones. Tampoco recuerdo bien los alambres con los que he creado sus siluetas, pero, desde luego, están impregnados, pienso, de algo de esas noches que todos conocemos en algún momento», añade. En este sentido, Carrón apunta una etiqueta que define con bastante precisión las escenas que se recrean, que es la de «Tarantino cañí». Si Ors por fortuna no tuvo que sufrir las desdichas de la marginalidad, ¿de dónde sale la inspiración para, por ejemplo, venganzas tan terribles como las que se leen en esta novela?, pregunta: «La novela es una ficción. Pero muchos de los hechos que aparecen reflejados en sus páginas los he leído, oído o visto. En el caso concreto por el que preguntas, fue un ajuste de cuentas entre bandas que se dio a algún desafortunado».
La realidad del suburbio
Sin embargo, rechaza la etiqueta si ello significa trivializar la violencia: «Es reconocible; todos saben que sucede, son cosas que se ven todos los días. No es cómica, como a veces lo es la de Tarantino; te repugna. No hay que caer en la tentación de banalizar la violencia». También la mujer aparece retratada, pero, como en la realidad, no es sólo una: «Hay dos tipos: la del poli, que ha triunfado en la vida. Se ha hecho a sí misma. Las otras son las de los suburbios: fueron duras y se acogen a la protección de alguien», explica el autor. Además de esta realidad plagada de jeringuillas, yonquis, papelinas y atracadores contada desde un futuro incierto, el lector encontrará un reto en el lenguaje, brillante y demoledor. «Unas palabras las aprendes en la calle, cuando sales. Es la jerga juvenil, en ocasiones, impregnada de un léxico más marginal. Después, es evidente, hay un trabajo de documentación y consulta. Luego, todo ese léxico de la delincuencia lo he usado a mi antojo, filtrándolo a través de una visión más literaria. También me he tomado libertades. Es una de las pocas ventajas de poder escribir. Haces lo que quieras con el material».
Un gato que araña
Sam Spade, Philip Marlowe, Pepe Carvalho... Todos detectives de novela negra. Javier Ors da protagonismo al malo, a «El Gato», un personaje que, sin embargo, está concebido para alcanzar una fama similar a la de los «héroes» de Hammett,Chandler y Montalbán. ¿De dónde surge «El Gato»? «Con sinceridad: ni idea. Apareció de repente a mi lado, con todas sus virtudes y defectos. Un chaval que apenas describo. Son sus acciones, sus remordimientos y su mirada las que esbozan su sombra».