Una calada tras otra
Los empresarios que superan los sesenta años entablan conversación tras cenar en una casa de comidas de La Habana. Uno de ellos, don Julio Izura, es un reputado negrero y coronel honorario, el otro, don Pascual Baute, es un empresario tabaquero que le ofrece un magnífico veguero, un cigarro «perfecto». Durante el tiempo que tardan en fumarse sus habanos se desarrolla entre ambos un interesante e intenso diálogo que se convierte en una fiel crónica de la Cuba de 1874.
Conforme avanza la trama, los protagonistas aludirán a muchos aspectos de su vida ordinaria, pero cada uno de ellos representa uno de los dos temas fundamentales de la novela: el tabaco y la esclavitud. Hacía ya más de veinte años que los Estados Unidos la habían abolido pero era totalmente vigente en las colonias españolas donde los españoles eran negreros feroces, de una crueldad estremecedora por su refinamiento y su falta de escrúpulos. Don Julio, comenzó su fortuna con un «almacén de tullidos» alquilando en la ciudad a los esclavos que debido a algún accidente o a los malos tratos dejaban de ser útiles en el campo. Más agradables son las explicaciones sobre el mundo del tabaco, aunque también hay dolor e injusticia para que los privilegiados puedan disfrutar un buen habano. Tampoco faltan en la conversación de los caballeros los recuerdos personales, en concreto de sus sentimientos, muy diferentes, hacia sus respectivas esposas.
Según avanza el libro la habilidad de Alfonso Mateo-Sagasta (Madrid, 1960) perfila a los personajes de modo que el lector no tarda en percibir alguna secreta intención en uno de ellos y en darse cuenta de que el encuentro no ha sido fortuito, pero aún así el giro final de la novela es sorprendente.
Dos horas suele durar el placentero fumar de un buen cigarro, aproximadamente la misma duración de la lectura de esta novela corta que consigue una peculiar y densa atmósfera en la que se adivinan las volutas del humo de un buen veguero, hecho a mano con una sola hoja de tabaco enrollada.