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Una mujer de armas tomar

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Mientras investigaba para un ensayo, Amy Stewart se topó con la historia de un hombre apellidado Kaufman que fue arrestado por traficar con ginebra. Al profundizar en su figura, se topó con un artículo en «The New York Times» que captó su atención. Corría el verano de 1914 cuando, una tarde, la calesa ocupada por Constance Kopp y sus hermanas Norma y Fleurette fue embestida por el coche a motor de Henry Kaufman, poderoso y joven empresario de la localidad. Visiblemente ebrio, y respaldado por sus secuaces, se negó a reconocer las circunstancias y los daños causados. Lo que no imaginaba el potentado era que su terquedad, machismo y ganas de camorra se habían topado con una mujer de armas tomar. Alguien que por hacer justicia y defender a sus hermanas no cejaría en su empeño hasta lograr el importe de los daños causados.

Revolucionarias

Así arranca este western policiaco protagonizado por la primera mujer que se convirtió en ayudante de sheriff y que consiguió meter en vereda a lo más rancio de la clase alta de Paterson, su ciudad. La autora, ante la falta de información sobre sus heroínas, buceó en una intrincada madeja de partidas de nacimiento, testamentos, escrituras, antecedentes penales, visitas a la cárcel de la ciudad... Todo, para reconstruir la vida de este trío fascinante que vivía en una granja en medio del campo y huían de un pasado que la estricta moral de la época les había obligado a silenciar. La hermana mayor, Constance, la más heroica, fue la que apareció en los titulares de los periódicos de todo el país y tuvo la trayectoria más revolucionaria. Pero también tenía algunas sombras... La ausencia del padre hizo que, desde joven, se sintiera responsable de la familia, y tras la boda de su hermano Francis y a raíz de la muerte de su madre, ese sentimiento se fortaleció. Se trataba de una mujer alta y corpulenta que destacaba de la media. Culta y de ideas claras, hablaba francés y alemán y, en algún momento de su juventud, llegó a plantearse ser enfermera o abogada. Lo que no imaginaba es que terminaría recibiendo la oferta de colaborar con el sheriff. Norma era antisocial y criticona. Pequeña y robusta, no podía evitar mirar a la gente con desconfianza. Llevaba el pelo corto, gastaba falda pantalón, realizaba todas las reparaciones domésticas y sentía pasión por las palomas mensajeras. Como a sus hermanas, no se le daban mal las armas. Fleurette tenía 16 años cuando se produjo el incidente. Era hermosa e imaginativa, y disfrutaba pergeñando historias. Al igual que las otras dos, hablaba francés y alemán y recibió una estricta educación que incluía dotes para confeccionar sus vestidos. Ella se convertirá en objeto principal de las amenazas del provocador empresario.
Los requerimientos de Constance al señor Kaufman para pagar el valor de los daños causados no surtieron efecto. Al contrario. El industrial emprenderá una espiral de amenazas contra las Kopp con el fin de amedrentarlas que irá «in crescendo»: el acoso a la granja y la rotura de cristales darían paso a disparos, ladrillos con mensajes de ultimátum. Poco imaginaba que Constante, lejos de amedrentarse o tomarse la justicia por su mano, explorará las vías legales para proteger a su familia. Es entonces cuando entrará en contacto con el sheriff Robert Heath, quien no dudará en apoyarla, respaldar su denuncia y salvaguardarla.

Patrulla armada

Tengamos en cuenta que, en aquella época, el cumplimiento de la ley era una actividad que involucraba a los ciudadanos. Apenas había entrenamiento profesional y el papel del departamento de Policía no estaba claro. No era inusual que el sheriff reuniera a un puñado de hombres para batir los bosques en busca de un criminal. Lo raro no era que el sheriff Heath reclutara a la hermana Kopp, sino el hecho de que una mujer saliera a patrullar con un arma. Aquello fue lo que atrajo la atención de la Prensa.
A lo anterior, hay que sumarle la compleja situación: reclamaciones proletarias en las fábricas, amenazas de huelga... La marejada social no ayudaba a que se resolviera el problema entre Kopp y Kaufman. Los abusos del empresario y su vinculación con la Mano Negra –organización mafiosa y extorsionadora– sólo hará que las cosas empeoren. Cuando el she-riff la requiere para seguir adelante con el proceso que acabe condenando a aquel hombre, Constance se verá obligada a enfrentarse a su pasado... Proteger a sus hermanas será prioritario, y lo hará como pocas mujeres se habrían atrevido en 1914. Tanto la obsesión por el detalle como la trama cargada de tensión, tienen un perfecto contrapunto en el sentido del humor que impregna todo el relato. Una novela ágil, documentada y divertida que combina con maestría la novela histórica con la policiaca. Cuando todo concluye, no es de extrañar que el lector ansíe seguir conociendo más detalles sobre la vida de Constance, especialmente sus nuevas aventuras como ayudante del sheriff y fiel defensora de la Justicia, como parece ser que ocurrió.